Por Bret Stephens
La semana pasada, los tiroteos entre carteles de la droga enfrentados
en el estado mexicano de Michoacán duraron tres días, causaron el
desplome de un helicóptero de la policía, desataron un pequeño éxodo de
refugiados y provocaron un número todavía no determinado de muertes.
Es casi una sorpresa que el hecho haya llegado a los medios de
comunicación. "El combate demoró en conocerse porque los medios en
estados como Michoacán han, en gran medida, dejado de cubrir los
sangrientos enfrentamientos por orden de las bandas de
narcotraficantes", informaron los periodistas de The Wall Street
Journal, David Luhnow y José de Córdoba el viernes pasado. Más de 20
periodistas han sido asesinados en México desde que comenzó abiertamente
la guerra contra los carteles en 2006. El año pasado, México empató con
Irak y estuvo por debajo solamente de Pakistán, en cuanto a cantidad de
periodistas muertos.
Después está la aturdidora regularidad con la que noticias sobre
atrocidades vinculadas con la droga dominan la cobertura de los medios
internacionales sobre México. La decapitación de 27 trabajadores
agrícolas guatemaltecos por la banda de los Zetas hace dos semanas. Los
146 cadáveres descubiertos en abril en fosas comunes en el estado de
Durango. Las cinco víctimas que fueron colgadas de puentes en un
balneario de Mazatlán. El aparentemente deliberado asesinato en febrero
del oficial de inmigración estadounidense Jaime Zapata ( y los disparos
que recibió su compañero) en una carretera al norte de Ciudad de México.
Felipe Calderón, presidente de México
Etcétera, etcétera, etc.
Sin embargo, una cosa graciosa ocurrió cuando muchos pensaban que
México se transformaría en otro estado fracasado. El "estado fracasado"
entró en "boom".
En 2010, un año en el que hubo más de 15.000 asesinatos vinculados
con las drogas (que representaron un aumento de casi 60% con respecto al
año anterior) la economía creció 5,5%, la tasa más alta en una década.
El peso mexicano se apreció frente al dólar. La inflación básicamente
estuvo estable. Las reservas internacionales subieron a US$113.000
millones. 22 millones de turistas visitaron el país. El comercio con
Estados Unidos llegó al nivel récord de casi US$400.000 millones. En
Ciudad Juárez, donde 3.000 personas fueron asesinadas el año pasado, la
industria de las "maquiladoras" agregó alrededor de 20.000 empleos. El
porcentaje de la población que vive por debajo de la línea de pobreza
bajó de 63,7% de hace una década a 47,4% en 2008 (último año para el
cual existen datos del Banco Mundial). La tasa de alfabetización superó
el 90%. La expectativa de vida sigue subiendo hasta llegar casi a
niveles del Primer Mundo.
En Estados Unidos, los sociólogos están sorprendidos por la paradoja
del declinante nivel de criminalidad en una época de alto desempleo e
incertidumbre económica. La paradoja mexicana parece ser la opuesta.
Pero lo que la mayoría de la gente considera una paradoja es
simplemente el choque de la realidad contra nuestros clichés y
prejuicios.
Consideren la idea de que el crimen en México está fuera de control.
La tasa de homicidios en México (alrededor de 12 por cada 100.000
habitantes en 2009) fue más del doble que la de Estados Unidos (cinco
por cada 100.000) pero se ubicó bien por debajo de la de Brasil (20,5 en
2008) para no decir nada de las Islas Vírgenes, pertenecientes a
Estados Unidos, donde es de alrededor de 50. En Ciudad de México, donde
viven cerca de 20 millones de personas, la tasa de homicidios se redujo
durante la última década. En 2009, fue cerca de un 25% de la de
Washington.
Entonces; ¿cómo podríamos definir fuera de control?. ¿Y cómo
deberíamos tomar el hecho de que la gran mayoría de las víctimas de la
guerra contra las drogas en México son los propios integrantes de las
bandas de narcotraficantes?. "Constituyen una parte de la población, que
es menos que inútil en cada comunidad", dijo Abraham Lincoln respecto a
los apostadores de Vicksburg en 1838. "Y su muerte, si no constituye
ningún ejemplo pernicioso, no es nunca un motivo para que nadie
razonablemente se lamente", agregó. Algo similar podría ser dicho de los
carteles de la droga en su actual orgía de aniquilación mutua.
También está la idea de que México estaría mejor si nunca se hubiese
enfrentado a los carteles. Yo crecí en ese México, en el que un gobierno
corrupto y autoritario hizo la paz con los carteles, y se quedó con una
tajada del negocio.
Ese México, construido sobre conspiraciones de silencio y miedo no
podía sobrevivir a la transición del país a la democracia. No es una
sorpresa que, incluso hoy, en el quinto año de su presidencia y luego
de 34.612 muertes, Felipe Calderón tenga un porcentaje de aprobación de
54%. A los mexicanos no les faltan reparos respecto a sus métodos pero
no muchos están ofreciendo una alternativa viable para enfrentar a los
carteles. Y "viable" significa algo distinto que la fantasía de esperar
que Ron Paul (político republicano estadounidense) gane la presidencia y
termine la guerra contra las drogas. Los libertarios no van a dejar de
proponer esa utopía en lo que constituye un irresponsable consejo de
perder la esperanza.
La semana pasada le pregunté al ex presidente colombiano Álvaro Uribe
si México puede derrotar a los narcos. "Colombia es un ejemplo típico
de que se puede", respondió, con las estadísticas para demostrarlo.
Enfatizó que la clave para triunfar es lo que llamó "una pedagogía
permanente" para convencer a la gente de que la guerra contra los
carteles es "una pelea necesaria, no la causa de un partido político".
Uribe rescató a Colombia de una situación mucho peor a la que
enfrenta México hoy. Pero el desafío central es el mismo: cómo
establecer un estado de derecho que tenga la legitimidad del consenso y
el coraje de sus convicciones. Hacer exactamente eso fue el logro de
Uribe y sigue siendo el desafío de Calderón. No hay mucha paradoja aquí.
La actual prosperidad de México es la apuesta de que políticas
amigables con el mercado no van a ser pronto traicionadas por un
gobierno que puede ser acobardado o seducido por los criminales.
Escriba a bstephens@wsj.com
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