Terrible presagio para la democracia electoral mexicana:
Las últimas elecciones locales previas a
la contienda del 2012, exhiben de cuerpo entero un sistema electoral
decadente, en el que prevalecen irregularidades que se han vuelto
costumbre como lo es el desvío de recursos públicos, inacción de las
autoridades electorales, guerra sucia, compra de votos y la manipulación
de la opinión pública por parte de los medios tradicionales de
comunicación. Esta tradición de anomalías ya no sorprende a nadie, a
estas alturas apenas y generan una esporádica mención en la prensa.
Todos estos vicios se repetirán de
manera exponencial en la contienda presidencial del próximo año;
resultaría muy ingenuo esperar que los mismos actores políticos se
comportasen de manera distinta cuando la ilegalidad ha prevalecido en
prácticamente todos los procesos electorales de los últimos años.
A partir de
1997 se pensó que se había logrado un sistema de competitividad
electoral que paulatinamente erradicaría las prácticas fraudulentas que
fueron emblema del PRI, pero la ilusión no duró por mucho tiempo. Desde
el sexenio de Vicente Fox se toleraron elecciones con serias
irregularidades, pero todo empeoró a partir de que el Tribunal Electoral
del Poder Judicial de la Federación convalidó las elecciones
presidenciales del 2006. Si la intromisión acreditada del Presidente de
la República y de los poderes fácticos no fue determinante para influir
en un triunfo con una diferencia del 0.56%, entonces ninguna
irregularidad lo sería.
El resultado en Michoacán será utilizado
para generar el mismo impacto mediático en la población mexicana que el
proceso electoral del Estado de México: abonar a la percepción de que
el otrora partido oficial es invencible rumbo al 2012.
El ganador en este caso es claro y
contundente, como lo son los derrotados quienes no sólo han perdido la
gubernatura; también se presentarán a la próxima contienda federal con
un estigma de derrota.
En el caso del PRD, se trata de una de
las pérdidas más dolorosas en un sexenio en donde no ha conquistado por
sí mismo una sola nueva entidad. Por el contrario, el fracaso electoral
de Silviano Auroles se suma a la pérdida de Zacatecas y Baja California
Sur donde también eran gobierno. Lo más grave para ese partido es que
ha sido reducido a su mínima expresión, ya sea por rechazo de los
electores en entidades donde alguna vez tuvo presencia, o por voluntad
propia, al presentarse como comparsa del PAN en las mancuernas
electorales que ambos realizaron en 2010.
Ante el resultado, no faltaran las voces
dentro del PRD que una vez más insistirán en realizar una alianza de
facto (o gobierno de coalición) con el PAN bajo el argumento de que sólo
de esa manera se puede derrotar al PRI.
El caso de Michoacán es dramático debido
a que izquierda partidista pierde unos de sus bastiones históricos.
Desde antes de la formación de ese partido, aquel estado fue un pilar
fundamental de apoyo en 1988 al candidato del Frente Democrático
Nacional, Cuauhtemoc Cárdenas, quien fuera gobernador de la entidad en
el periodo de 1980 a 1986. Fue uno de los pocos lugares en donde le
reconocieron el triunfo. Una de las primeras medidas de Carlos Salinas
de Gortari al llegar a la Presidencia fue renunciar al entonces gobernador Luis Martínez Villacaña por la copiosa votación obtenida por el cardenismo en esa región.
En este caso no fue necesario que el
principal partido de izquierda del país se dividiera; su derrota comenzó
a gestarse con el deplorable gobierno de Leonel Godoy. Fue palpable
durante su corto mandato su incompetencia e ineficacia, en la que
presidió una administración plagada de corrupción que lejos de ser un
gobierno de izquierda no llegó a los mínimos estándares de eficiencia
que lo diferenciaran de los peores gobiernos emanados del PRI y el PAN.
El PRD gobierna hoy en día menos
entidades que en el 2000, año en el que fue relegado a un lejano tercer
lugar en la elección presidencial, con la gravedad de que se trata de
una tendencia a la baja que amenaza con culminar con la derrota de ese
partido en la capital del país el próximo año.
El fin del PRD es concebible el día de
hoy, no sólo por los pobres resultados electorales que ha obtenido en
los últimos años, sino porque hasta sus liderazgos más conspicuos han
tomado mayor distancia que nunca. Su fundador Cuauhtemoc Cárdenas se
apartó desde hace años, mientras que López Obrador construye el futuro
político de su movimiento fuera del instituto político que alguna vez
presidió e incluso Marcelo Ebrard jamás ha asumido una identidad perredista, utiliza al partido de manera pragmática para materializar sus aspiraciones políticas y las de su grupo.
En el extremo opuesto para Felipe Calderón la derrota de su hermana, María Luisa Calderón Cocoa,
significa una terrible noticia que se produce a escasos días de la
trágica muerte de Francisco Blake Mora, situación que augura una
pesadilla de final de sexenio.
Fue evidente que existió una estrategia
desde hace tiempo que contó con todo el poder del estado para hacerse
del control de la entidad, que consistió no sólo en el golpeteo
constante a la gestión de Godoy (tarea por demás sencilla), sino que
desde el gobierno federal se preparó el terreno para la postulación y
triunfo de Cocoa. La apuesta por la victoria en aquella entidad era
elevada por tratarse de una muestra contundente de nepotismo. Los costos
de la derrota son de la misma proporción.
Fue notoria la cargada mediática a nivel
nacional en favor de la hermana del Presidente, a tal grado que el
conductor estelar de Noticieros Televisa tituló su columna del pasado
viernes: “Cocoa viniendo de atrás” donde narra las proezas de la
candidata panista y sus amplias posibilidades de triunfo.
Resulta penoso escuchar a Cocoa
hablar de una elección fraudulenta y acusar al candidato del PRI de ser
una herramienta del crimen organizado en la entidad. Perdedora por 2.7%
(una diferencia casi 5 veces mayor a la que le dio el triunfo al actual Presidente) repite argumentos similares que causaron burlas y denuestos por parte de los panistas en 2006.
Es difícil anticipar cómo reaccionará
Felipe Calderón ante esta derrota, porque lo sitúa en una posición de
mayor debilidad pero a su vez ha dejado en claro que no concibe entregar
el poder a la oposición. Los embates del gobierno federal a la
escandalosa corrupción del actual dirigente del PRI, Humberto Moreira,
podrían ser tan sólo el inicio de una ofensiva mayor que tenga como fin
descarrilar los adversarios del PAN. El problema es que en un contexto
de severa inseguridad pública y crisis de gobernabilidad, más que
influir en las elecciones podría terminar de desestabilizar al país.
Con la derrota de Cocoa, se reducen las posibilidades de que exista una fuerza Calderonista dentro
de las instituciones más allá del 1 de Diciembre del 2012. Una vez que
perdió el centro de poder desde donde pudo haber continuando ejerciendo
cierta influencia en su partido, es muy probable que una vez que
abandone el poder Felipe Calderón tenga un destino similar al de Carlos
Salinas de Gortari en 1995.
Cuando se revise la historia de una
Presidencia que fue cuestionada desde sus orígenes, quizás se
identifique que el principio del fin ocurrío cuando aún con toda la
fuerza del estado, Calderón no pudo imponerse a la experimentada
maquinaria electoral del PRI.
Escrito por Daniel de la Garza
http://homozapping.com.mx/2011/11/michoacan-el-principio-del-fin-de-calderon%E2%80%A6-y-del-prd/
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