Foto: Cuartoscuro
El poeta salió de su cueva de encanto. Lo obligó la cruda realidad mexicana: la violencia. Luego del asesinato de su hijo Juan Francisco, Javier Sicilia comenzó su propia exigencia de “no más sangre”, movido por un sentimiento que pudo calificar muy bien: ¡Estamos hasta la madre!
El cuerpo de Juan Francisco Sicilia Ortega, y el de otros cinco hombres y una mujer, fue encontrado la mañana del lunes 28 de marzo con cinta canela enrollada en el cráneo, la cara, las muñecas y los tobillos.
Cargando con ese dolor, Sicilia marchó por Cuernavaca, la Ciudad de México, y atravesó varios estados hacia el Norte y luego hacia el Sur de México en dos “Caravanas por la Paz con Justicia y Dignidad”.
“El mundo ya no es digno de la palabra
Nos la ahogaron adentro
Como te (asfixiaron),
Como te desgarraron a ti los pulmones
Y el dolor no se me aparta
sólo queda un mundo
Por el silencio de los justos
Sólo por tu silencio y por mi silencio, Juanelo”,
fue el último poema. Y es que el país ya no era digno de seguir escribiendo cosas hermosas. La realidad era otra.
Así, Javier Sicilia llegó a encontrarse cara a cara con el poder. Con el Ejecutivo (Felipe Calderón) y el Legislativo (Manlio Fabio Beltrones, Josefina Vázquez Mota…), a algunos les regaló besos, a otros abrazos, lo cual no fue bien visto por una parte importante de sus acompañantes en la lucha, quienes clamaban y siguen clamando lo mismo: ¡basta ya de guerra!
La acción de los besos y los abrazos, la explicó el poeta como parte de su cristianismo.
"La Iglesia es una puta, pero es mi madre", soltó el poeta a la revista Gatopardo.
El líder de una “tribu” pacifista es el personaje del año, primero por el luto compartido, después por el poder de convocatoria y al final por el alcance que tuvo. Tocó, o con un abrazo o con su indignación, a los poderosos de este país.
COBERTURAS
PERSONAJE
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