La justicia rusa se pliega al Ejecutivo
Declara culpables a las integrantes del grupo Pussy Riot
Manifestación frente a la embajada rusa en Varsivia, Polonia, en apoyo a las integrantes del grupo Pussy Riot. Foto AP
Un simpatizante del grupo punk femenino fue reprimido ayer
en Moscú por la policía
Foto Reuters
Moscú, 17 de agosto. Las integrantes del
grupo punk Pussy Riot, que el 21 de febrero pasado irrumpieron encapuchadas en
el altar mayor de la moscovita catedral de Jesucristo Redentor para bailar una
misa y cantar una oración contra Vladimir Putin –entonces primer ministro y
ahora presidente por tercera ocasión–, deberán permanecer entre rejas un año y
siete meses más.
vandalismo con incitación al odio religioso, y las condenó a dos años de prisión efectiva, a partir del día de su detención preventiva, hace cinco meses.
A todas luces parece un castigo desproporcionado al irreverente uso del principal templo de la Iglesia ortodoxa como tribuna política y escenario para un improvisado concierto punk, aunque el artículo del código penal que se les incrimina permite emitir condenas hasta de siete años de cárcel y el fiscal pidió para las jóvenes tres años de privación de libertad.
Los días previos a la lectura de la sentencia se especuló con la posibilidad de que la juez las declarara culpables y condenara a una pena condicional, sin cumplir más días de cárcel a los ya sufridos como prisión preventiva.
Represión asimétrica
Pero resultó una quimera, debido a que las autoridades rusas
hicieron de un episodio francamente menor –merecedor de una simple multa por una
reprobable falta administrativa– un gran problema de libertad de expresión con
repercusiones internacionales (de Sting, Patty Smith, Björk, Red Hot Chili
Peppers, Faith no More, Yoko Ono, Madonna a Paul McCartney, entre otras figuras
de la música mundial, así como de activistas y políticos en muchos países) que
llegó a cuestionar la tolerancia del Kremlin frente a acciones hostiles en su
contra.
Virgen María, Madre de Dios, líbranos de Putin.
Una sentencia absolutoria –por lo demás improbable después de cinco meses de prisión preventiva, como si las jóvenes fueran una amenaza para la sociedad– sería vista como una muestra de debilidad del Kremlin de cara a la oposición política, habrán argumentado, casi seguro, los ideólogos de la actual política de represión a los inconformes.
Por eso la juez Syrova puso énfasis en que las Pussy hirieron el sentimiento
religioso de una veintena de supuestos testigos, que dicho sea de paso se
enredaron en sus declaraciones por la brevedad del performance del
grupo punk en febrero, mientras la Iglesia ortodoxa sacó a la calle a cientos de
seguidores en protesta por lo que calificó de profanación de su mayor
templo.
Estas movilizaciones, en el contexto de las muchas muestras de apoyo al grupo
punk, no pudieron crear la impresión de que la sociedad rusa se dividió, por lo
que se vino abajo la tesis defendida desde el Kremlin de que cualquier
sentencia, condenatoria o absolutoria, tendría seguidores y detractores.
Ha habido, ciertamente, declaraciones de jerarcas eclesiásticos y de
fanáticos religiosos que hablan de un ataque contra la Iglesia, pero la mayoría
de los rusos, incluso aquellos a quienes inicialmente les pareció poco
afortunada la acción de las Pussy en la catedral, cree inmerecido el castigo a
las muchachas y opina que deberían quedar en libertad.
Es de la misma opinión el comisionado para los derechos humanos, adjunto al
Kremlin, Vladimir Lukin, quien considera injusta la condena.
Hasta el consejo superior de la Iglesia ortodoxa, mediante un comunicado
emitido una hora después de conocida la sentencia, un poco tardíamente, hizo
público este deseo del patriarca Kiril:
sin poner en duda la legitimidad de la decisión de la justicia, pedimos a las autoridades del Estado que muestren clemencia hacia las condenadas con la esperanza de que ellas renunciarán a repetir este tipo de sacrilegio.
Sin embargo, la impresión que queda es la de que el Kremlin reprime de manera
asimétrica cualquier manifestación contra el presidente Putin, por más que se
pretenda justificar el castigo con una supuesta humillación de sentimientos
religiosos.
Así lo expresó, por poner un ejemplo del impacto de la noticia fuera de
Rusia, la jefa de la diplomacia de la Unión Europea, Catherine Ashton, quien se
mostró
muy decepcionadacon la decisión
desproporcionadade la justicia rusa que, a su modo de ver,
va en contra de las obligaciones de Rusia en materia de libertad de expresión.
Este caso no termina aquí. Los abogados recurrirán la sentencia en un plazo
de 10 días, hasta agotar instancias.
Juan Pablo Duch
Corresponsal
Periódico La Jornada
Sábado 18 de agosto de 2012, p. 2
Sábado 18 de agosto de 2012, p. 2
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