Los indígenas de la reserva de St Regis, entre Estados Unidos y Canadá, viven en permanente estado de sitio. No sólo han visto reducido su territorio sino que ahora tienen a efectivos de los dos países en sus calles y tierras. A la intimidación armada se suman el acoso mediante cámaras fotográficas y de video y las intervenciones telefónicas. Los pretextos: el combate al terrorismo y el contrabando
Silvio González/Prensa Latina
La reserva aborigen de St Regis está ubicada en un área remota y
ocupa una posición geográfica única a lo largo de la vasta frontera
entre Canadá y Estados Unidos.
Su territorio se extiende por ambas orillas del río San Lorenzo, ya
que dos tercios de la misma están en la parte estadunidense y un tercio
en el lado canadiense.
Está ubicada además dentro de dos condados pertenecientes a Nueva
York y entre dos provincias, Quebec y Ontario, lo que implica que la
población interactúa con cinco gobiernos locales diferentes.
Un detalle curioso es que los residentes de esta reserva tienen
tres códigos telefónicos distintos: 613 (Ontario), 514 (Quebec) y 518
(Nueva York). Los códigos postales funcionan uno para la parte
estadunidense y el otro para la canadiense, de acuerdo con el doctor
Ernest R Rugenstein en su libro El choque de las culturas.
La Confederación Iroquesa, o de las Cinco Naciones, estaba
constituida por tribus amerindias que hablaban la lengua iroquesa,
habitaban el Noreste de Estados Unidos y el Sureste de Canadá en la zona
de los Grandes Lagos. Estaba formada originalmente por cinco tribus:
cayuga, mohawk, oneida, onondaga y seneca que se confederaron a mediados
del siglo XII, y a las que se sumaron los tuscarora en 1720.
En 1750, la tribu kahnawake se unió con los iroquíes donde los
colonizadores franceses habían establecido varias misiones de padres
jesuitas a lo largo del río St Regis, que servía para la caza y la
pesca. En 1796, las comunidades indígenas solicitaron a los respectivos
gobiernos fronterizos que les permitieran permanecer en esa área, por lo
que se les otorgó un pequeño espacio de terreno, el cual se reducía
cada que se firmaban nuevos tratados.
Para 1888, el pueblo mohawk aceptó oficialmente las condiciones que
impusieron los colonizadores y después de la Guerra de Independencia de
Estados Unidos estas tribus se reunieron en Washington con el gobierno
federal.
La reserva tiene un Consejo de Jefes de Tribus que existe hasta
hoy, compuesto por tres jefes que se ocupan de los asuntos sociales,
económicos, de salud, educación, y de sus propias leyes y regulaciones
internas. También tienen restaurantes, supermercados y tiendas de
artesanías, hoteles, clubs, museos, centros de ejercicios y empresas de
bienes raíces que en total conforman 116 establecimientos legalmente
registrados. Otro de los factores a los cuales deben enfrentarse los
mohawks (aparte de sus múltiples instituciones representativas internas)
son las diferencias culturales por habitar entre dos países.
Por ejemplo, tienen que comunicarse con los canadienses de Quebec
que hablan francés, con los que hablan inglés y en la parte de Nueva
York que es muy rural y tiene sus propias características especiales.
Otra dificultad es que los integrantes de la reserva no reconocen
la línea fronteriza, la cual consideran una imposición artificial de los
colonizadores en 1754, señala Michael T Kaufman en su libro Al pueblo mohawks le interesan sus fronteras.
Ya en la década de 1950, la tribu desafió la porosidad de
dicha frontera y comenzó a comprar electrodomésticos y a cruzarlos, lo
que provocó una división al interior entre los que se oponían a ese
trasiego y los que se dedicaron de tiempo completo al contrabando. En
tiempos de la Ley Seca se cruzaron de Canadá a Estados Unidos una gran
cantidad de bebidas alcohólicas y de inmigrantes ilegales por la zona
que ocupaba la reserva.
En las décadas de 1970 y 1990, esta comunidad se convirtió en una
vía para el contrabando de medicamentos, cigarros y de inmigrantes. En
ocasiones, los traficantes eran capturados, pero la mayoría de las veces
lograban escapar. En 1989, ocurrió una confrontación interna en la
tribu entre una facción que quería promover la construcción de casinos
de juego y otra que se oponía. Los ánimos se caldearon, lo que condujo a
tiroteos y la muerte de algunos de los involucrados en esas grescas.
De acuerdo con datos del Censo de los Estados Unidos de 2000, había
26 mil 851 nativos americanos y 29 mil 742 en Quebec y Ontario, indica
Ronald Wright en su libro Continentes robados.
La reserva se convirtió en un verdadero estado policial después de
los atentados del 11 de septiembre de 2001; las autoridades redoblaron
sus controles para evitar que elementos terroristas utilizaran a los
contrabandistas para moverse entre ambos países.
Las mismas no hacen llamados de atención o ponen multas y ahora los
puntos de control tienen más de 30 policías armados con ametralladoras,
lo que resulta intimidante para los indígenas locales.
Otra situación nueva es que la Patrulla Fronteriza triplicó sus
efectivos armados a lo largo de la demarcación y ahora tienen la
potestad incluso de entrar hasta 100 kilómetros en la profundidad del
territorio o la zona costera de Estados Unidos.
Aún más peligroso es el uso de aviones no tripulados que salen de
la base militar de Fort Drum en Watertown, Nueva York. Éstos se utilizan
para vigilar los movimientos de la población (que tiene que transitar
obligatoriamente por los parajes fronterizos), toman fotografías, lanzan
misiles y hasta intervienen conversaciones. También hay cámaras de
vigilancia en las escuelas, establecimientos, calles y en casi todos los
locales que los residentes visitan habitualmente.
Lo cierto es que se repite lo ocurrido entre 1775 a 1779, cuando el paraíso
de estos nativos llamado Mantuana o El Jardín del Gran Espíritu fue
destruido totalmente, donde los mohawks vivían en paz y habían
construido vínculos con los recién llegados colonizadores.
Autor: Prensa Latina
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