Los resultados obligan a Peña Nieto a buscar grandes acuerdos nacionales en México
Tras 12 años alejado de Los Pinos, el PRI volverá el 1 de diciembre a situar
a un presidente en la residencia oficial del DF. Enrique Peña Nieto ha ganado
con una ventaja nítida en las elecciones del pasado domingo, aunque menor de la
vaticinada. A sus 45 años, como él mismo ha recordado, representa otra
generación y otro Partido Revolucionario Institucional distintos al que gobernó
México con mano de hierro de 1929 hasta 2000. No solo es otro PRI, sino otro
México. El país ha cambiado profundamente. Es una democracia y una economía
emergente, en muchos aspectos emergida, cuyo crecimiento se aceleraría si
introdujese las reformas que necesita.
Esa debe ser la labor central de Peña Nieto. Para conseguirlo, va a tener que
abrirse al apoyo de otros partidos, y muy esencialmente del derechista PAN, cuya
candidata Josefina Vázquez Mota ha sufrido una clara derrota. Pese a los poderes
presidenciales, según los resultados provisionales, el PRI solo ha logrado una
mayoría relativa, no absoluta, en el Congreso (Cámara de Diputados y Senado); y
el próximo presidente debe ser consciente de que más de uno de cada dos
ciudadanos que han votado no lo han hecho por él. Esta situación puede
resultarle incluso útil para resistir las presiones autocráticas del viejo
PRI, que aún existe.
Peña Nieto difícilmente podrá contar con el otro partido revolucionario, el PRD. Pero frente a lo ocurrido hace seis años, en que el PAN le arrebató la victoria por poco más de medio punto, esta vez Andrés Manuel López Obrador carece de toda razón para cuestionar los resultados de las presidenciales. Pese a haber sacado un resultado mejor del esperado, probablemente ya no forma parte del futuro político de este país.
El candidato del PRI ha ganado con una campaña basada en generalidades. Ahora tiene que generar un auténtico programa de Gobierno en tres dimensiones esenciales para que México recupere un futuro brillante, del que se beneficien también los estratos más bajos de una sociedad profundamente desigual y con enormes problemas demográficos. Necesita liberalizar el sector energético, abriendo la empresa estatal Pemex a la inversión privada, reformar la educación e instaurar unos sistemas fiscal y judicial eficaces y modernos que permitan superar la enorme corrupción. Hereda unas cuentas públicas relativamente saneadas, y una posición internacional con peso propio.
Pero la situación de la seguridad es un desastre. La utilización de los militares en la guerra contra los narcotraficantes que lanzó el presidente saliente, Felipe Calderón, no ha resuelto lo que pretendía ni ha hecho disminuir la violencia. “Ni tregua, ni pacto”, ha asegurado Peña Nieto. Las primeras declaraciones del que fuera gobernador del Estado de México han llamado a la reconciliación y a la unidad. No pueden quedarse en palabras huecas, sino que han de constituirse en elementos definitorios de su agenda.
El País 3 JUL 2012 - 00:02 CET
EL PAÍS
Peña Nieto difícilmente podrá contar con el otro partido revolucionario, el PRD. Pero frente a lo ocurrido hace seis años, en que el PAN le arrebató la victoria por poco más de medio punto, esta vez Andrés Manuel López Obrador carece de toda razón para cuestionar los resultados de las presidenciales. Pese a haber sacado un resultado mejor del esperado, probablemente ya no forma parte del futuro político de este país.
El candidato del PRI ha ganado con una campaña basada en generalidades. Ahora tiene que generar un auténtico programa de Gobierno en tres dimensiones esenciales para que México recupere un futuro brillante, del que se beneficien también los estratos más bajos de una sociedad profundamente desigual y con enormes problemas demográficos. Necesita liberalizar el sector energético, abriendo la empresa estatal Pemex a la inversión privada, reformar la educación e instaurar unos sistemas fiscal y judicial eficaces y modernos que permitan superar la enorme corrupción. Hereda unas cuentas públicas relativamente saneadas, y una posición internacional con peso propio.
Pero la situación de la seguridad es un desastre. La utilización de los militares en la guerra contra los narcotraficantes que lanzó el presidente saliente, Felipe Calderón, no ha resuelto lo que pretendía ni ha hecho disminuir la violencia. “Ni tregua, ni pacto”, ha asegurado Peña Nieto. Las primeras declaraciones del que fuera gobernador del Estado de México han llamado a la reconciliación y a la unidad. No pueden quedarse en palabras huecas, sino que han de constituirse en elementos definitorios de su agenda.
El País 3 JUL 2012 - 00:02 CET
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