martes, 21 de febrero de 2012

Estado de México y Distrito Federal, líderes nacionales en linchamientos

En los últimos años, casi se cuadriplicó el número de linchamientos o tentativa de ellos en el Estado de México. Además, entre 2005 y 2010, se registraron en esa entidad más del 60 por ciento de esos ilícitos a nivel nacional.

El Estado de México y el Distrito Federal concentraron casi el 50 por ciento del total de los linchamientos o tentativa de ellos, ocurridos en el país de 1988 a 2010, con 67 y 44 de estos ilícitos, respectivamente.

No obstante, sólo de 2005 a 2010, ocurrieron 38 linchamientos o tentativa de ellos en el Estado de México, es decir el 56 por ciento de su total a partir de 1988, y más del 60 por ciento a nivel nacional. Los hechos han ocurrido particularmente, en la zona conurbada con el Distrito Federal.
Y únicamente en 2010, en la entidad mexiquense se registraron 16 de los 67 linchamientos o tentativa de ellos, ocurridos en esos 23 años.

De 1988 a 1995, ocurrió 1 linchamiento o tentativa de él en el Estado de México, de 1995 a 2000, la cifra se elevó a 17; de 2000 a 2005 el número disminuyó a 11, y de 2005 a 2010, se registraron 38.
Las cifras fueron investigadas por el académico Raúl Rodríguez Guillén, quien las expone en el artículo Linchamientos en zonas urbanas: Estado de México y Distrito Federal, publicado por la revista El Cotidiano, de la Universidad Autónoma Metropolitana, y de la que el profesor es editor.

De acuerdo con él, de los 67 casos registrados en el Estado de México en los últimos años, 7 han tenido la muerte como consecuencia (no encontramos cifras de 2011 y hay que sumar el linchamiento ocurrido hace unos días en San Mateo Huitzilzingo, municipio de Chalco) . Mientras, en el Distrito Federal, de los 44 casos, 10 han tenido el mismo desenlace.

En las dos entidades, “ la mayoría de los linchamientos –50.5 por ciento– se vincula de manera directa al robo, seguido por el atropellamiento o incidentes viales con un 16.2 por ciento, mientras que la violación, abuso policíaco, asesinato y secuestro oscilan, cada uno, entre el 6 y 7 por ciento”, afirma el investigador en el artículo.

En el caso del Estado de México, donde han crecido este tipo de actos delictivos es en las zonas más densamente pobladas (Ecatepec, Valle de Chalco, Ciudad Neza, Texcoco, entre otros, que forman una especie de cinturón en torno a la Ciudad de México). “Dichos municipios concentran el mayor índice de delincuencia, particularmente el robo a usuarios del transporte público, a peatones y a casa-habitación”, señala Rodríguez Guillén.

El autor está de acuerdo con José Luis Soberanes, al señalar que en los linchamientos, sus perpetradores, “la turba enardecida”, cree que hace justicia, “cuando en realidad impone la ley de la selva a partir de un profundo desprecio por la legalidad y por la vida humana”.

Para el investigador: “Decir que los linchamientos tienen un carácter ejemplar que pretende señalar a delincuentes y autoridades que los límites sociales han sido rebasados, por lo cual en adelante tomarán medidas iguales en contra de quien interrumpa la tranquilidad de los miembros de este grupo de la sociedad, expresa la desconfianza en los cuerpos policíacos y Ministerio Público. Pero es, al mismo tiempo, un retroceso en el grado de institucionalización de la autoridad, es volver a la ley del más fuerte, no del más justo, que pone en entredicho por tal razón al aparato de justicia en su conjunto”.

Como dijera alguna vez Máximo Carvajal, ex Director de la Facultad de Derecho de la UNAM, “no puede haber un sistema democrático efectivo, una reforma política o una reforma económica adecuada si no hay una justicia clara y lúcida”.

María Elena Ramos
El Arsenal 

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