jueves, 11 de octubre de 2012

Senadores del PAN le suben la lumbre a Peña

La pregunta es si el Presidente electo efectivamente podrá con los poderosos intereses de las dirigencias sindicales.


 
 
Los senadores del PAN tienen dos opciones. La primera es aprobar la reforma laboral tal cual la envió la Cámara de Diputados: no cambiarle una sola coma. La ventaja de esta opción es que los cambios a la Ley Federal del Trabajo se remitirían inmediatamente al Presidente para su promulgación. De esta forma, después de muchos años de intentarlo, los mexicanos flexibilizaríamos el régimen de contratación y despido de los trabajadores. Sin embargo, quedaría fuera toda la parte de democratizar y transparentar a los sindicatos, es decir, el componente político de la reforma laboral que propuso el presidente Calderón en su iniciativa preferente. Tendríamos una reforma incompleta, pero con los cambios de mayor impacto para la economía nacional. México, después de muchos años, podría presumir que los partidos se pusieron de acuerdo para darle una mayor competitividad al país. La aprobación de la reforma laboral, aun sin la parte política, sería una magnífica señal para atraer inversiones que podrían generar más empleos.

El principal beneficiario de esta opción sería el próximo Presidente. Peña no sólo llegaría al poder con un inmejorable ambiente económico sino que lo haría sin haber tocado los intereses de sus aliados, los sindicatos afiliados o cercanos al PRI. En suma, si los senadores del PAN aprueban la reforma laboral sin mover una coma a lo enviado por los diputados, le generarían grandes beneficios al nuevo Presidente priista.

La segunda opción para los senadores panistas es insistir en que se incluya la parte de democracia y transparencia de los sindicatos, sin tocar ya la sección de flexibilización de la contratación y el espido de trabajadores. Si el PAN se junta con la izquierda en el Senado tendrían los votos para aprobar la parte política de la reforma laboral. Esto implicaría, sin embargo, que los cambios realizados por los senadores regresaran a la Cámara de Diputados para que éstos los aprueben o rechacen. El problema es que, al regresar a la Cámara Baja, la iniciativa perdería su carácter de “preferente”. De esta forma, si los diputados del PRI así lo quisiesen, podrían congelar toda la reforma. Y cuando digo toda es toda, tanto la parte económica, donde hay coincidencias entre el PRI y el PAN, como la política, donde hay diferencias.

El eventual congelamiento de la reforma laboral enviaría a los mercados una señal diametralmente opuesta, es decir, que en México los partidos no se ponen de acuerdo para hacer su economía más competitiva. El que pagaría el costo de este fracaso sería también el nuevo Presidente. Nótese, entonces, que los costos o beneficios son para Peña. Los panistas, en este sentido, piensan que, como el Presidente electo tiene mucho que ganar o perder, pues tiene incentivos para convencer a los sindicatos priistas que acepten más democracia y transparencia.

La pregunta es si Peña efectivamente podrá con los poderosos intereses de las dirigencias sindicales.

Si es así, aun antes de tomar posesión, se anotaría un gran triunfo. De lo contrario quedaría al descubierto como un gobernante que a lo mejor quiere reformas pero que no tiene la capacidad política de sacarlas adelante.

Ayer entrevisté a Ernesto Cordero, coordinador de los senadores del PAN, y me quedó claro que van por la segunda opción. Quieren subirle la lumbre a Peña empujando la parte política de la reforma laboral. Lo hacen, supongo, por dos cosas. Primero, para mandar el mensaje de que la negociación con ellos le va a costar, y mucho, al nuevo Presidente. Que si Peña quiere cambios económicos, va a tener que ceder en temas políticos que convienen a los panistas. En segundo lugar, la idea de empujar la parte política de la reforma laboral le sirve al PAN para diferenciarse del PRI.

Es cierto que los dos partidos comparten una agenda muy similar en lo económico. Pero también es cierto que tienen grandes diferencias en lo político. Tradicionalmente los panistas han empujado cambios a favor de una mayor democracia, transparencia y rendición de cuentas. Están, por ejemplo, a favor de la reelección inmediata consecutiva de los legisladores, una idea que le produce urticaria a los priistas incluido Peña.

La duda es si los senadores de la izquierda efectivamente apoyarán a los panistas para aprobar la parte política de la reforma laboral. Si es así, la pelota regresará a la cancha de los priistas, quienes, en la Cámara de Diputados, tendrán que decidir si congelan o no la reforma laboral, tomando en cuenta la señal que enviarán aun antes de que Peña tome posesión de la Presidencia.
           
Leo Zuckermann
2012-10-11 02:28:00
EXCELSIOR

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