viernes, 2 de diciembre de 2011

Reacomodos en la izquierda


Por la evolución de los acontecimientos al interior de la izquierda, se aprecia que el precandidato presidencial Andrés Manuel López Obrador va asumiendo, de manera gradual y efectiva, el control de lo que será su campaña electoral, para lo cual requiere de apoderarse del control de la mayoría de las organizaciones afines a su proyecto político y sacudirse de algunos personajes que le incomodan.

Da la impresión que la apuesta del tabasqueño es valerse del presupuesto que recibirá del IFE para su trabajo de proselitismo electoral y aprovecharse de la efervescencia que se generará en los próximos meses para establecer una serie de compromisos con diferentes actores y líderes de organizaciones para crear después de julio del 2012 un nuevo partido político que pueda controlar de manera férrea, y desde luego emprender de manera paralela una eficaz campaña que le permita llevar al Congreso de la Unión una buena tajada de legisladores afines al Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).

López Obrador sabe de antemano que como candidato presidencial no cuenta con posibilidades de ganar las elecciones en julio del año entrante. De esto también están conscientes Marcelo Ebrard, Manuel Camacho Solís y los dirigentes de la corriente Nueva Izquierda Jesús Ortega y Jesús Zambrano. Por eso, como se tiene presente, después de que se anunció que López Obrador era el mejor posicionado en las encuestas, la mancuerna Ebrard-Camacho se dio a la tarea de multiplicar la versión de que iniciaban preparativos para conformar un nuevo partido político tomando como base al PRD, PT, Movimiento Ciudadano y el Morena.

Sabían y así lo siguen percibiendo, que en esta etapa las fuerzas de la izquierda carecen de fuerza y presencia en el ánimo del electorado nacional, por lo que en consecuencia lo mejor y más trascendente que pueden hacer es darse a la tarea de crear un nuevo partido que aglutine a la mayoría de las organizaciones de izquierda. López Obrador se dio cuenta que, como siempre, Ebrard y Camacho, buscaban madrugarle y erigirse como los impulsores de un nuevo frente partidista que desde hace meses ya venían cocinando el jefe de Gobierno del DF junto con su mentor Camacho.

El problema para esta pareja de singulares políticos, es que si bien gozan de una gran imaginación para diseñar grandes proyectos, escenarios, y un gran tendido de relaciones con los grupos fácticos, para su infortunio, no gozan de una influencia determinante al interior de las organizaciones. Una cosa es que los conozcan, gracias al impulso de campañas mediáticas y otra que ejerzan el control de las agrupaciones clientelares afines al PRD.

En cambio, López Obrador, como resultado de que lleva años en campaña política, se ha convertido en un personaje conocido y reconocido como dirigente de un movimiento con capacidad de convocatoria en las diferentes regiones del país, sobre todo entre los grupos más desprotegidos de la sociedad. Ese es su plus. Y Ebrard no es otra cosa que un “líder” producto de la publicidad pagada con recursos públicos. Una especie de globo, que cuando Marcelo salga del gobierno capitalino, comenzará a desinflarse.

Como López Obrador no mordió el anzuelo que le lanzaron Camacho y Ebrard, con el que pretendían montarse en la ola de simpatizantes que seguirán a AMLO en su próxima campaña presidencial, el próximo paso que dieron fue el de convocar a una reunión, en la que participaron los dirigentes de Nueva Izquierda, los chuchos, Ortega y Zambrano, la dirigente de la corriente Izquierda Democrática Nacional (IDN), Dolores Padierna y Alejandro Encinas, allegado a Morena.

De lo más relevante de ese publicitado encuentro fue ratificar que al interior del PRD prosigue el divisionismo. Que no hay unidad, y que cada quien navega a favor de su proyecto político.

Trascendió que Jesús Ortega acudió al evento, presionado por Ebrard para forjar la imagen de unidad. De acuerdo a una crónica de Martha Anaya, en el diario 24 Horas, en realidad, López Obrador no había invitado al dirigente mayor de los chuchos. Incluso, durante el acto, ninguno de los dos cruzó miradas. Si bien es cierto que entre los dos prevalece una rivalidad añeja, el distanciamiento se hizo mayor después de que Jesús Ortega, al más puro pragmatismo entabló alianzas en diferentes proyectos políticos con el presidente panista Calderón, acérrimo enemigo de López Obrador.

Tampoco López Obrador le perdonará a Marcelo Ebrard el haber sostenido compromisos con el presidente Calderón, como el que establecieron en el Estado de México para tratar de tejer una alianza entre el PRD y el PAN para atajar la fuerza del priísmo en las pasadas elecciones locales. O la última que establecieron para impulsar la figura de coaliciones en el marco de la reforma política.

Tan no se la perdona que al otro día de que se dio a conocer el encuentro entre los dirigentes de la cúpula del PRD con López Obrador, que desde las oficinas del Morena se filtró la versión de que en el despacho con que cuenta el famosos Mollinedo, el ex chofer del tabasqueño, se encuentra una foto en la que aparecen Ebrard y Camacho, en la que se aprecia a sus espaldas una foto de Carlos Salinas.
Sobran palabras sobre el mensaje que el obradorismo le envío a la singular pareja Camacho-Ebrard.

Y no es tanto que López Obrador les deje entrever que sospecha que Salinas está detrás de ellos. No, por ahí no va. Lo que les quiere decir, es que él sabe muy bien que son ambiciosos y que son capaces de lo que sea, incluso de aliarse con el mismísimo demonio, con tal de mantenerse o acrecentar su poder. Esto lo sabe López Obrador y por eso mismo ya decidió que no le conferirá a Ebrard la responsabilidad de conducir su campaña electoral, tal y como lo deseaba el jefe de Gobierno del DF.

Carlos Blanco http://www.elarsenal.net/2011/12/02/reacomodos-en-la-izquierda/

 



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