jueves, 23 de febrero de 2012

Descubren “pasatiempo” prehispánico en la zona maya

El patolli maya, anterior al arribo de los conquistadores españoles, parece haber tenido una connotación más allá del juego o la apuesta.
Foto: INAH
Ciudad de México • Un tablero que fue usado en tiempos prehispánicos para jugar, conocido como patolli, fue descubierto en la Zona Arqueológica de Dzibilnocac, en Campeche, durante trabajos de restauración realizados en la Torre Central del Edificio A1; el hallazgo se suma a otros similares ocurridos en el área maya, donde es posible que haya sido utilizado como un instrumento de adivinación.


Se trata de un marcador esgrafiado de aproximadamente 50 cm por lado, que fue descubierto en el piso de la segunda crujía superior de dicha edificación; consta de una cruz dividida en casillas, al igual que el marco que la circunda, que en conjunto suman 58 rectángulos de diversos tamaños. Dentro de algunos de los casilleros también hay cruces trazadas, informó el arqueólogo Heber Ojeda Mas, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta).

Es posible que este patolli (“juego” en lengua náhuatl) haya sido utilizado hacia 600-900 d.C., en el periodo Clásico Tardío, cuando Dzibilnocac —ciudad que se localiza en la parte central de la región Chenes— tuvo su apogeo.



El investigador del Centro INAH Campeche dijo que al igual que los ubicados en otros sitios mayas de México, Guatemala y Belice, éste se localizó al interior del recinto, donde habría sido difícil el acceso para observar el partido.

Por su parte, la experta Judith Gallegos Gómora, del Centro INAH Tabasco, y quien en su momento analizó un patolli descubierto en la Estructura VII de Calakmul, Campeche, explicó que este juego fue descrito en códices, así como por cronistas españoles —entre ellos, Diego Durán—, al ver la afición que tenían los mexicas (en el centro de México) por él. De modo que fue prohibido, al considerarlo idolátrico y pagano.
Sin embargo, el patolli maya, anterior al arribo de los conquistadores españoles, parece haber tenido una connotación más allá del juego o la apuesta, pues la forma del diseño se ha comparado con el quincunx, símbolo que representa esquemáticamente al universo, mediante un punto central que se identifica con la Tierra, otros cuatro que coinciden con los puntos cardinales, y un marco que los limita y representa el cosmos. Por su parte, la cruz significaba movimiento.

Asimismo, “el número de casillas (57-58), donde se debían recorrer 52 por cada uno de los dos participantes —usando frijoles o tepalcates de forma circular—, corresponde a un siglo pequeño de 52 años, mientras que las 104 casillas recorridas por ambos se identifican con la Gran Edad, momento en que coincidían los inicios de los calendarios solar y de 260 días.

“La utilización de 5 fichas multiplicada por las 52 casillas a recorrer sumarían 260, número que coincide con los días que componían una especie de almanaque donde se pintaban los diversos signos del calendario adivinatorio, que sólo podía ser manejado e interpretado por especialistas en temas religiosos y matemático.

La arqueóloga Judith Gallegos apuntó que el tipo de tablero, similar al de Calakmul y al registrado ahora en Dzibilnocac —más una veintena distribuida en sitios como Becán y Río Bec (Campeche), Palenque (Chiapas), Maintzunun y Benque Viejo (Guatemala), Tikal y Ceibal (Guatemala)—, suelen encontrarse orientados hacia los cuatro puntos cardinales, y están trazados con sumo cuidado guardando la proporción en el tamaño.


Es muy factible, dijo, “que este tipo de patolli haya sido utilizado como un instrumento de adivinación, para conocer el futuro de los individuos, acontecimientos o quizá del pueblo en general. Sería entonces un juego de adivinación ritual. Además, con base en la evidencia, el patolli surgió en la zona maya durante la época en que ocurren influencias de culturas prehispánicas del Altiplano, y su uso se extendió hacia el periodo Clásico Tardío”.
Desde finales de noviembre de 2011 y hasta mediados de enero del año en curso, el Edificio A1, el más conocido del Dzibilnocac, fue sometido a trabajos de mantenimiento mayor, de manera que se liberó y restauró la fachada posterior de la Torre Central, y se consolidó el templo de la Torre Este; asimismo se cambiaron las cubiertas de los aposentos de la misma construcción, previo retiro de la mampostería en mal estado que provocaba la filtración de agua.

El arqueólogo Heber Ojeda detalló que el Edificio A1 mide 74 m de largo por 30 m de ancho, y en su gran plataforma se desplantan diez habitaciones dispuestas en dos crujías, que a su vez están cubiertas parcialmente por tres torres.
En el piso de este mismo edificio, donde se encontró el patolli, también se localizaron tres grafitis (uno de ellos en forma de círculo dividido en cuatro partes y líneas no bien definidas), y restos de pintura con motivos animales y vegetales.

MILENIO

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