viernes, 14 de septiembre de 2012

¿No vamos a poder heredar nuestras bibliotecas?

Al parecer, en las letras chiquitas de los contratos que uno acepta al comprar contenidos digitales, se prohíbe la herencia.

 
La noticia venía en la primera plana de El País del martes pasado. Se titulaba “Su biblioteca digital morirá con usted”. Abajo, dos balazos informativos: “Apple y Amazon no permiten legar las canciones y libros adquiridos por sus clientes” y “El debate sobre la transmisión de bienes culturales enfrenta a compañías y usuarios”. Caí en la trampa y leí, con atención, la nota firmada por Daniel Verdú que resultó un verdadero fiasco.

De acuerdo al periodista, el contenido digital (libros, canciones, películas, etcétera) que bajamos de iTunes y Amazon no las podremos heredar a una persona o una fundación, como sí ocurre con contenidos que se encuentran en medios físicos como libros impresos o discos con música, filmes o series de televisión. Al parecer, en las letras chiquitas de los contratos que uno acepta al comprar contenidos digitales, se prohíbe la herencia.

El caso cobró notoriedad cuando el actor Bruce Willis informó que pensaba demandar a Apple, porque “quería que sus tres hijas pudieran heredar” la gran cantidad de canciones que ha descargado de iTunes. En ese momento, me preocupé. Yo, como Bruce Willis , y seguramente usted, sí quiero heredarle a alguien el contenido digital que he comprado y acumulado estos años. Tanto los que ya están en distintos dispositivos electrónicos, como los que se encuentran almacenados en la nube.

De acuerdo con una abogada experta en propiedad intelectual citada por Verdú: “El modo de distribución digital es distinto. Son empresas con una jurisdicción diferente a la nuestra (la española en este caso) y las condiciones que firmamos están sujetas a un derecho extranjero. Internet es hoy un entorno de relaciones contractuales. El problema es que la posición negociadora de las partes no es la misma. Son conglomerados que imponen unas condiciones de prestación de servicio, que decides si aceptas o no. Esto es un negocio basado en el concepto de modelo cerrado, es decir, sólo podemos usarlos en sus dispositivos. Tu biblioteca está en sus servidores. Eso te hace dependiente del dispositivo y de la empresa y evita problemas de derecho de autor. Algunos derechos de uso tienen contenido patrimonial y se pueden heredar. Pero la ley de propiedad intelectual no deja hacerlo en otros como las licencias de software”.

Aquí ya me asaltó la primera duda de lo que aducía el periodista. Resulta que la abogada experta sí aceptaba la posibilidad de heredar ciertos contenidos digitales. Pero el fiasco de la nota llegó al final de ella. De acuerdo a Verdú: “Las cuentas, al fin y al cabo, son de uso estrictamente privado e intransferible. Y todo lo que llevan asociado, también […] Los bienes inmateriales, ya lo sabíamos, no se poseen, sólo se disfrutan hasta el último aliento. Pero ni un día más allá”.

Con todo respeto para el periodista, pero eso también ocurre con los bienes materiales: “Sólo se disfrutan hasta el último aliento”. Por lo demás, resulta que el contenido digital sí se puede heredar, porque siempre queda la posibilidad de dejarle a nuestros herederos el nombre del usuario y la contraseña que utilizamos para acceder a nuestros contenidos en iTunes o Amazon, tal y como podemos hacer con las cuentas bancarias para que, cuando fallezcamos, ellos puedan transferir el saldo adonde les plazca.

Llama la atención que un diario tan serio como El País publique, y le dé tanta presencia, a una nota tan floja como la mencionada. Se me ocurre que, al respecto, habría otras historias muy interesantes de cómo nuestra generación le heredará la música, películas y libros a la siguiente.

Yo, por ejemplo, en materia musical tengo una colección de discos de vinilo de 12 pulgadas a 33 RPM, de casetes magnéticos de 60 y 90 minutos, así como de discos compactos que ya nadie escucha, porque todas esas canciones se encuentran almacenadas en discos duros en computadoras, teléfonos inteligentes o servidores en la nube. Otro ejemplo es mi querida biblioteca, que a lo mejor se convertirá en un dinosaurio, que mis herederos rematarán por tres pesos ya que, como van las cosas, nadie va a querer poseer libros impresos que ocupan un espacio endemoniado y acumulan toneladas de polvo.
           
2012-09-14 03:00:00
Leo Zuckermann
EXCELSIOR

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