lunes, 26 de diciembre de 2011

La proverbial división priísta













































































Una semana, una sola, tiene Luis Videgaray para demostrar de qué está hecho



Luis Videgaray necesita hilar fino esta semana;no existe tiempo para el descanso
Luis Videgaray necesita hilar fino esta semana;no existe tiempo para el descanso

Una semana, una sola, tiene Luis Videgaray para demostrar de qué está hecho.

De fuera, pero en especial de dentro del PRI, el coordinador de la campaña de Enrique Peña Nieto es responsabilizado de los eventos que han quitado la aureola de invencible al precandidato único (candidato en los hechos) a la Presidencia de la República.

No es novedad en el PRI.
En 1994, bajo el pretexto de la poca penetración de la campaña de Luis Donaldo Colosio, se construyó la supuesta candidatura alterna de Manuel Camacho que Carlos Salinas no pudo contener ni con el “no se hagan bolas”.

La culpa la cargaron los priístas, en especial los colosistas, al coordinador de la campaña, Ernesto Zedillo. Se sentían y proclamaban desplazados. No soportaban que un tecnócrata, como les llamaban entonces a los economistas, sin pasado partidista y ajeno a la militancia, se hubiese apoderado de la posición clave de toda campaña política.

Con tal pretexto dedicaron tres meses a socavar al coordinador hasta, conforme a la leyenda urbana, colocarlo al filo del cese en vísperas del asesinato del candidato.

Paradojas del destino, el lugar de Colosio fue ocupado precisamente por el más odiado de los priístas, Zedillo. Ernesto ganó, a pesar de haber sido derrotado (junto con Cuauhtémoc Cárdenas) por Diego Fernández de Cevallos en el debate.

El secreto de aquella campaña fue la participación de Carlos Salinas como coordinador extraoficial de la campaña de Zedillo.

Hoy las cosas son un tanto diferentes porque el Presidente de la República no coordina la campaña, no por lo menos la del candidato del PRI.

Luis Videgaray necesita hilar fino esta semana; no existe tiempo para el descanso. Hay varios apuntados para hacer su trabajo, so pretexto de que el diputado mexiquense con licencia no está a la altura de las circunstancias y que con su tropa de “tolucos”, como les llaman despectivamente, han desplazado a “los que sí saben”.

Era algo en el aire, que se veía venir desde la publicación de los problemas de Humberto Moreira a causa de la contratación de deuda para el gobierno de Coahuila.

La defenestración de Moreira fue asunto cantado reducido solamente a la fecha. Era cuestión de esperar, pero el apetito ya estaba estimulado.

Peña Nieto, sin embargo, hizo otra de sus jugadas magistrales para bloquear el camino a quienes intentan apoderarse de su campaña: para sustituirlo se sacó de la manga a Pedro Joaquín Coldwell que por su condición de senador de la República parecía cesión al coordinador de la bancada Manlio Fabio Beltrones, cuando en realidad fue empujado por Beatriz Paredes.

Pedro es el mismo desde que piso la capital de la República como diputado federal. Es un surfista exquisito: se monta en la tabla y se deja llevar plácidamente por las olas. ¿Para qué cambiar de estilo si lo ha llevado a la cúspide política y empresarial?

No significa un problema para Peña Nieto y Videgaray, pero tampoco es de mucha ayuda. Quedó demostrado en el inicio tan proceloso de la precampaña. Desapareció tan pronto como apareció.

Más allá de algunos errores de inicio, Videgaray debe atender con urgencia el frente interno, una especie de rebelión en su contra de poderes reales del priísmo dispuestos a saltar sobre su cuello porque las candidaturas a diputados y senadores significan poder futuro aun cuando el PRI perdiera la Presidencia de la República.

Luis debe identificar con rapidez el problema, pero también a los protagonistas porque más importante que su propia permanencia al frente de la campaña priísta, hay algo que no está discusión: el triunfo de Peña Nieto.
Autor: Juan Bustillos


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