sábado, 25 de agosto de 2012

Cuevas, de espacios sagrados a negocios

Pese a las protestas de los creyentes, algunos dueños cobran el acceso, ejemplo de ello es Alberto Velázquez, a quien se le pagan 50 pesos por entrar al lugar conocido como Zoquiatenco

Sierra Norte • Aquí hasta parece que la naturaleza y las autoridades se ponen de acuerdo: ha sido poca la cosecha de maíz y todo está muy caro. A veces sólo nos queda venir a la cueva y pedirle al cerro, que combata el mal y dé buena suerte, para nuestras siembras o para que llueva”.

Quien habla así es Eufemia Zárate, habitante de Zempoala, en Chiconcuautla, lugar que debe su nombre al mágico cerro de veinte picos.

Mientras para los geólogos las cuevas son sólo una cavidad natural formada por una proyección horizontal de rocas, para los habitantes originarios de la sierra, explica Gabino Negrete, son espacios sagrados para el encuentro con las fuerzas naturales y sus guardianes y señores, son boca y vientre de la tierra.

Lo mismo han servido de refugio, de habitación, de morada de los dioses del agua y de la muerte, de lugar de ritos de linaje y de pasaje, de recinto funerario, de observatorio astronómico y de cantera.
Y últimamente para algunos se han convertido en negocio. Por ejemplo, para don Alberto Velázquez, dueño del predio donde está la cueva conocida como Zoquiatenco, en el pueblo de La Gallera, en Tlaola, quien pese a las protestas de los creyentes, cobra 50 pesos a cada persona que quiera ingresar.

Don Alberto cuenta que decidió cobrar peaje porque luego de que adquirió el predio, en el año 1999, lo sembró con arbolitos navideños y los “curanderos de allá abajo dejaron sus veladores entre la basura seca y me echaron a perder mis plantas. Y como se niegan a darme algo, por eso les cobro.”
“Este lugar es mío, reclama, lo compré yo, no el diablo ni las divinidades”.

Hace tres años, el 5 de agosto de 2009, este lugar fue escenario de un crimen espeluznante: entre veladoras, unas bolsas con sangre y muñecos, se encontraron los cadáveres de una pareja de “chamanes”, Tomasa Hernández Cruz de 42 años de edad y su esposo Israel Martínez Jiménez de 35 años, quienes habían sido asesinados a balazos.

Dos macizas cruces de cemento y granito dan cuenta de esta historia.

UN MARIDO TRABAJADOR, HIJOS EN ABUNDANCIA

En la Sierra Noroccidental de la entidad, asiento de las etnias nahua, totonaca, ñuhú y tepehua, se acude a las cuevas ubicadas en los cerros o apenas bajo la superficie de la tierra,a rogar lo mismo por el bien que por el mal.

“Vamos al lugar conocido como las Tres Cruces, donde están las tres piedras que son los guardianes y a las cuales les ofrecemos los sacrificios. El cerro es bueno, pues se le puede pedir desde buena salud, hasta un marido trabajador o hijos en abundancia. El único requisito es llegar hasta la cima para bailar los sones, cantar y echar cohetes por la noche”, nos enseña doña Eufemia.

En su comunidad, las imágenes de mujeres azadón en mano en los cultivos de maíz y chilacayotes, se repiten todos los días, mientras sus esposos viajaron a la capital del país a conseguir un poco de dinero alquilándose como albañiles o como jardineros.

“Este año nos fue muy mal, con dos hectáreas sembradas apenas cosecharemos 10 costales de maíz para alimentar a la familia unas cuantas semanas. Hasta parece que la naturaleza y las autoridades se han puesto de acuerdo para castigarnos. Por fortuna tenemos el cerro que nos consuela y nos da vida”, comenta.

De acuerdo con la antropóloga Lourdes Báez Cubero, estudiosa de la cosmovisión y las formas de vida de los nahuas serranos, grupo indígena predominante en la región: “los cerros son morada de entes sobrehumanos y divinidades, que son los que mandan sobre los hombres. Por ello las cuevas son la ‘gran matriz de la Tierra’, pues se conceptualizan como origen y destino del hombre”.

Los cerros, agrega en su artículo “El espacio sagrado de los nahuas de la Sierra Norte de Puebla”, se han concebido como bodegas en las que puede encontrarse gran cantidad de riquezas: alimentos, animales, minerales y agua; desde las cuevas salen los vientos y las nubes que provocarán la lluvia y estos hoyancos son, además, la entrada para el mundo que atesora las riquezas, el mundo donde habitan los aires, los dueños y algunas divinidades, como los dioses patronos de cada pueblo.

Manantial de aguas curativas


Para hacer las peticiones o para purificarse y limpiar los malos aires se visitan algunas iglesias como la de San Manuelito en Zihuateutla, a donde los martes y viernes acuden personas de diversos lugares a ofrendar y a bañarse en las aguas curativas del manantial.

Lo mismo pasa en Xaltepec, municipio de Huauchinango, donde la imagen de la virgen de la Natividad convoca a los peregrinos que se bañan y se acicalan en el nacimiento de agua al que ofrecen sus tributos de comida, bebida y luz, en mayor cantidad que dentro de la iglesia. Igual pasa en Xilocuautla donde se venera a San Martín Caballero, o en Tlaxpanaloya, Naupan donde se adora a los Teotecuantin (tigres) dentro del templo.

Algunas veces los ritos son privados, otros convocan a la comunidad, pero el fin es el mismo, dice Gabino: “buscar al dueño del todo para recordarle que aquí estamos y aun no olvidamos su generosidad y paciencia para con nosotros que no sabemos respetar lo que nos da”.

Las cuevas, nos recuerda Gabino, son ante todo el vientre de la madre tierra y estar ahí es regenerar la energía y la vitalidad para enfrentar la vida.

Purificación desde el seno de la Tierra

gabino Negrete, seminarista y promotor del evangelio inculturado, explica que la mayor parte de la gente acude a las cuevas lo hace en “ciertos momentos vitales: para pedirles agua para las siembras, salud, abundancia o bien pedir perdón por el maltrato a los cerros y al medio que los rodea”.
De estos rituales depende la armonía que puedan conseguir entre el cosmos, el orden social y la sociedad en que se desenvuelven.

“En la cuevas, el hombre entra al seno de la madre tierra para purificarse y revitalizarse, pero para ello se prepara con una abstinencia sexual de al menos 30 días, prepara sus ofrendas en la noche”, añade Gabino.

En el día, se busca a los músicos que acompañaran a los peregrinos desde que se elaboran los collares (xochicoscatl), las flores de mano (xochipares o xochimaitl); sazonan el mole, los tamales, el chocolate, se compra el pan, las velas amarillas y blancas, los xochiamatl, los oropeles, los copales, la cerveza, los refrescos, el refino, los cohetes, los cigarros, dice.

Si la que va a la cueva es una mujer, llevará el tzohua’cali (jícara) o pañuelos si es un hombre, el sahumerio o xochijarro, los papeles de china de colores, los huevos de gallina y guajolota, los pollitos o los coconitos, los gallos negros y rojos que representan la vida y la muerte u otros animales.

“A veces, dice Gabino, también se llevan a dos, seis, 12, 18 o 24 doncellas o ixpocatl (cara de niña o rostro joven) para que bailen ahí, ellas son lo más preciado de la madre tierra porque son puras y sin mancha.”

Cada uno de estos lugares sagrados tiene un tlahpialtin (los que cuidan), que es el encargado de guiar en las palabras del Xochitlahtoli, son los que enseñan a trabajar con los tiempos, son los que guían, los que señalan el destino en las brasas del popochcaxitl (xochicomitl, popochjarro, tlecomitl o sahumerio).

Los guías, responden a las inquietudes de las personas que acuden con los tlamatkis o sabios, como se denomina a los curanderos.

“Al llegar a las cuevas se truenan los cohetes, se saluda en la entrada colocando un collar de flores, se rocía aguardiente, se tocan los tepesones y si se puede se bailanpor lo menos seis. El tlamatki saluda a los dueños del todo, les pide permiso, echa incienso y pide por todos los que van, anuncia a los señores que ahí habitan las penalidades que han pasado para llegar y les pide que abran las puertas de tan preciado lugar para llegar a colocar las ofrendas”, explica.

En las cuevas se destinan diversos lugares de acuerdo a las peticiones: está el zimarrompa para los que van a hacer cosas malas; la mesa mayor que es en la que se pide lo bueno; está pilhuacaloyan que es en donde se pide por los partos o los hijos, hay lugares para para pedir por una buena cacería o cosecha, detalla Gabino Negrete.

Gabino Negrete asegura que el papel más importante en estos rituales es el del tlamatki, pues se encarga de interceder ante las fuerzas sobrenaturales, trasmite el mensaje, el que ve (tlachixque) los acontecimientos, el que es capaz de hablarles a los tiempos con el lenguaje florido, el que conoce los lugares para llevar las ofrendas, el que ha recibido el don de trabajar con las flores.

Dentro de la cueva se hace el tlamanalistli o tlacenkahualistli o huentli: se entra con las velas prendidas, se bailan los 24 sones, se toma el trago para sellar el trato, se entra a veces con miedo, pero se sale revitalizado por ese encuentro con el ser superior y con la plena confianza de que las cosas que se pidieron se cumplirán.

Puebla •
MILENIO
 

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