lunes, 30 de abril de 2012

López Obrador y Peña Nieto, la batalla por Oaxaca

Cada uno, con su particular manera de hacer campaña, busca el voto. Uno reconoce la labor de Gabino Cué, el otro no puede ser visto con Ulises Ruiz.

Los actos de campaña de los aspirantes contrastan.

29 de Abril. Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. 07:50 horas

Nicolás Mollinedo, chofer de Andrés Manuel López Obrador, recibe una llamada a su celular, se levanta de la banca de una de la salas de espera de la Terminal 2, carga su maleta y se dirige abordar un avión de Aeroméxico con destino a Oaxaca.

“Nico” dice a los reporteros a bordo que su jefe ha perdido el vuelo porque le tocó un tráfico infernal.
López Obrador está, en ese momento, quitándose el cinturón para cruzar el arco detector de metales, mientras el avión está a punto de cerrar las puertas. Deberá esperar dos horas y media para el siguiente vuelo.

El candidato presidencial de las izquierdas tiene programada una asamblea a las 11:00 horas en el centro de Oaxaca.

El avión, sin embargo, retrasa el encendido de turbinas. Ha hecho una concesión casi nunca antes vista: esperar a uno de sus pasajeros porque se le hizo tarde.

11 de abril. Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. 06:15 horas.

El helicóptero Augusta matrícula XA-UPD desciende en zona de hangares. Apaga motores, abre la puerta, bajan Enrique Peña Nieto y su esposa, la actriz Angélica Rivera, a quien toma de la mano para hacer un transbordo.

El piloto del jet Bombardier Challenger, matrícula XA-OHS, avión privado, espera a la pareja. Estos entran a la nave y se acomodan, el piloto se comunica a la torre de control, cierra la puerta, enciende turbinas y empieza la carrera de despegue.

Como casi siempre Angélica Rivera acompaña al ex gobernador del estado de México a los estados para estar en los mitines.

Para ese día hay programada una visita a Guelatao, Oaxaca, para llevar un arreglo floral y tomarse la foto ante un mausoleo de Benito Juárez, quien es originario de esa comunidad indígena y por la tarde hay un mitin en el zócalo de la capital.

A Oaxaca, donde en 2010 una extraña alianza conformada por PAN y PRD derrocó a uno de los gobiernos locales más longevos para el PRI -con 86 años de poder- los dos candidatos van a pedir el voto, cada uno a su manera. Cada uno con su forma tan peculiar de ver lo que pasa en México, pero sobre todo de ver la vida de los oaxaqueños.

En Guelatao, Peña Nieto se nota desesperado. Poca gente de la comunidad se ha acercado a verlo. “¿Qué pasó aquí?, cuestiona alzando la ceja a manera de reclamo a Heliodoro Díaz, su coordinador de campaña en el estado. Tan sólo estuvo 20 segundos en una guardia que montó ante el mausoleo del llamado Benemérito de las Américas.

Más tarde, en el zócalo el ambiente es el de las fiestas patronales del pueblo. Un cantante imita a Juan Gabriel bajo un sol incesante. También se prepara para su aparición en el escenario una banda musical.

Los músicos son primos del ex gobernador Ulises Ruiz, quien enfrenta una investigación por desvíos de recursos, y a quien el equipo de campaña le pidió no acercarse para no ensombrecer la figura del aspirante presidencial.

No es necesario que llegue Ruiz. Cuando el director de ceremonias anuncia la llegada del candidato una nube negra merodea el centro de Oaxaca. A rato se mueve y vuelve a salir el sol mientras Peña Nieto se placea con su esposa. Saludan de mano, sonríen, se dejan agarrar, besar, retratar, escuchar susurros.

“Hay que esperar a la señora”, dice Peña, pues a ratos su esposa es más aclamada que él. Una hora y cuarto tarda en subir al templete. Se ve feliz ante una multitud que lo aclama, que le lanza besos y gritos.

Al priista se le ve feliz. Abre los brazos como si fuera a cargar algo, se lleva las manos al pecho, se toca del lado del corazón, sonríe. Mueve los labios, parece que dice: “gracias, gracias, gracias, muchas gracias”. La banda musical toca en el escenario, pero abajo hay muchas bandas más, son ocho distribuidas por toda la plaza.

La gente agita sus banderines, sus pancartas. “El Sindicato Petrolero está contigo, Peña Amigo”. “La Confederación Nacional Campesina apoya a Peña Nieto” y decenas de organizaciones más.
La esposa del candidato se autograba con su celular, cuyo video será subido por la noche a su cuenta de Facebook donde relata día a día la campaña. Hay un momento ensordecedor: gritos más intensos, batucazos, trompetazos y silbidos.

Se ve al candidato entrar en una catarsis emocional. De pronto camina sobre las bocinas. Ante la mirada atónita de candidatos priistas y escoltas del Estado Mayor Presidencial, que deben ser más de 50, brinca al otro lado de las vallas. Pone a sufrir a los guardias que le meten los dedos entre el cinturón y el pantalón para que no caiga.

La explanada está sitiada por cinturones de seguridad metálicos y detectores de metales. Hacía la gente más alejada Peña busca acercarse. Todos le hacen fiesta. Sin duda parece ser el más popular de la política.

Luego regresa al escenario. Dice que fue a ver a Benito Juárez. “En él nos inspiramos”, dice ante unas cinco mil personas y de pronto empieza una lluvia ligera que va arreciando.

De la admiración por Juárez a la política juarista

En la emblemática Fuente de las Ocho Regiones en la colonia Reforma de Oaxaca, la gente espera a López Obrador mientras Flavio Sosa, ex líder de la extinta APPO que buscó derrocar a Ulises Ruiz, improvisa como maestro de ceremonias.

Aquí no hay imitadores, ni músicos, ni batucadas. Hay, eso sí, bullicios sobre una calle de dos carriles de ancho, que comienza a llenarse en un perímetro de unos 150 metros de largo desde antes de las once de la mañana.

Para este evento, como en el del PRI, los militantes también fueron traídos de diferentes regiones del estado en camiones dispuestos por líderes políticos. Flavio Sosa habla en un tono más estructurado que hace seis años cuando encabezaba las protestas contra el gobierno.

Se nota que ha pasado el tiempo. Se nota que leyó, como ha contado a sus amigos, las obras completas de Octavio Paz y otros autores en Almoloya y el penal de Oaxaca.

Se ve a un Flavio más maduro y diplomático. Antes de la aparición de López Obrador lo más duro que se le escucha decir es que en 2006, “nos robaron la Presidencia, pero este 1 de julio la historia no se repetirá con nuestros voto y cuidando el proceso electoral”.

El actual diputado local por el PT conserva el cabello largo, pero todos recuerdan verlo desde hace tiempo con una cola de caballo. Aparece con pantalón de vestir, mocasines bien boleados y una camisa roja de botones en manga corta. Anuncia la llegada del “licenciado Andrés Manuel López Obrador”. El ex Jefe de gobierno aparece con unos cinco escoltas y un collar de flores.

El candidato presidencial tarda en subir 15 minutos al templete, toma el micrófono y va al grano. “Conozco los 570 municipios porque he recorrido el estado”, dice a los seguidores que no están sitiados con vallas ni arcos detectores de metales.

Aunque Peña Nieto asegura al inicio de su discurso que se inspira en Juárez. Más adelante se contradice. Confiesa ser admirador del ex presidente priista Adolfo López Mateos, entre quienes existe un símil por ser dos personajes de la política nacional del Estado de México, gozar de carisma mediático, traer el pelo siempre bien peinado, ser herederos del llamado grupo de Atlacomulco y utilizar en repetidas ocasiones la frase “por la grandeza de México”.

López Obrador, quien ha escrito 10 libros, algunos de éstos sobre la política juarista, afirma que siempre ha seguido los principios de Juárez. “Austeridad y distribución de la riqueza como gobernante”. Dice quiere gobernar con los mejores hombres, que no busquen enriquecerse sino servir a la gente.

El candidato perredista se pone serio. “Nada de pleitos, necesitamos unidad. ¿Me entendieron?”, pregunta. La gente contesta “Sííí”. “A ustedes no le estoy preguntando”, replica con algo de humor y voltea a ver a todos los líderes de la izquierda que están parados detrás de él.

El PRI también tiene sus problemas, pero el aspirante priista busca al final de su mitin un encuentro privado con Ulises Ruiz y José Murat, principales líderes entre quienes se dice existe una rivalidad desde hace años que se reflejó en la designación de las candidaturas a diputados y senadores.

López Obrador da datos concretos de los problemas de Oaxaca. Por ejemplo dice que de los 570 municipios que hay en la entidad 300 tienen problemas de acceso y que se necesitan carreteras. Y que se necesita construir un camino que comunique los puertos de Salina Cruz y Coatzacoalcos
Enrique Peña Nieto dice que no es suficiente el Seguro Popular implementado por Felipe Calderón, por lo que llevó un notario público para firmar un compromiso para equipar los hospitales de Oaxaca.
El priista agrega que basta de tanta inseguridad, de tantos muertos por una estrategia de guerra contra el crimen organizado, asegura, mal planteada. López Obrador habla de distribución de la riqueza, de construir refinerías, de ayudar a coordinar a los pueblos indígenas para hacerlos productivos.

Sobre el gobierno local. Andrés Manuel comenta que tiene buena relación con Gabino Cué. “Hace lo que puede. Pero Oaxaca ya no padece el horror del mal gobierno”, promete ayudar a Gabino.
El ex jefe de gobierno del DF, sin embargo, también tiene sus secretos. Un funcionario de la administración de Cué aseguró a Animal Político que en la reunión con el mandatario pidió que el Secretario Agrario, Salomón Jara, quien enfrenta acusaciones de desvió de recursos, deje el cargo y se integre en la coordinación de su campaña.

Peña Nieto no menciona al gobernador y evita entrevistarse con él, aún cuando la invitación está abierta.

Andrés Manuel habla durante una hora. Peña Nieto menos de la mitad. Buena parte de quienes fueron al acto político de López Obrador, unas 14 mil según cifras oficiales, ya lo habían visto en persona en sus comunidades. Los que asistieron al del priista, unas seis mil, lo habían visto nada más en televisión.

Falta la visita de la panista Josefina Vázquez Mota.

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