lunes, 23 de julio de 2012

Familia Michoacana buscó pacto con FCH

En el libro Me dicen: El Más Loco, diario de un idealista, cuya copia está en poder de La Silla Rota, el líder de la Familia Michoacana narra cómo Michoacán estaba siendo “sojuzgado, robado y humillado” por Los Zetas    
 
Antes de morir en un enfrentamiento con la Armada de México y la Policía Federal –el 9 de diciembre de 2010– el creador y principal líder del cártel de la Familia Michoacana, Nazario Moreno González, alias El Chayo o El más Loco buscó contactarse con el presidente Felipe Calderón y con el secretario de Seguridad Pública Federal, Genaro García Luna, para pedirles “su apoyo o por lo menos no interfirieran en la lucha violenta y sangrienta que se iba a desatar” contra el cártel de Los Zetas.
Lo anterior, lo reveló el mismo Nazario Moreno en un libro de su autoría intitulado: Me dicen: El Más Loco, diario de un idealista que está en poder de las autoridades federales y que se hace circular en territorio michoacano.
En dicho libro, que consta de 101 páginas y 13 capítulos, El Chayo narra de cómo Michoacán estaba siendo “sojuzgado, robado y humillado por el peligroso grupo de delincuentes profesionales, Los Zetas, cuya crueldad no tenía parangón en los anales de la narcoviolencia por lo que tenían que ser expulsados de Michoacán, como un urgente acto de profilaxis social”.
Para lograrlo, Nazario Moreno cuenta en el capítulo 11 que se dio a la tarea de buscar a Felipe Calderón y a García Luna: “Me valí de mis compadres y fieles colaboradores, Abraham Jaimes y Mario Cárdenas… lo extraño del caso es que el 20 de enero del 2008, después de que se llevaron a cabo las primeras gestiones, el primero fue asesinado de un balazo en la cabeza cuando estaba dormido en su casa por su propia esposa, que coincidentemente era originaria de Tamaulipas; poco después cayó abatido Mario en la comunidad de Alcalde, municipio de Apatzingán, en una emboscada que le tendieron elementos de la Policía Federal; supuestamente mi compadre se entrevistaría en ese lugar con un enviado especial del jefe de la Policía Federal, un tal Cárdenas Palomino (Luis Cárdenas Palomino), con el objeto de pactar una tregua y evitar confrontaciones, por lo menos mientras durara la lucha en contra de Los Zetas.
“Desgraciadamente no tienen palabra de honor y todo resultó una trampa, muriendo vilmente asesinado mi compadrito y leal amigo Mario Cárdenas. El presidente y el jefe policiaco no solamente no apoyaron la lucha en contra de Los Zetas, sino al contrario, se cree que les pasaron información; afortunadamente yo no me había confiado del todo y no les había comunicado el plan completo, sino únicamente partes aisladas que no alteraban el fondo de la estrategia; de manera que ellos mismos crearon el monstruo y ahora no pueden controlarlo”.
La parte final del libro de El Chayo describe los detalles del enfrentamiento que sostuvo El cártel de la Familia Michoacana contra policías federales, soldados y marinos los días 8 y 9 de mayo de 2010 en el corazón de la tierra caliente, justo en Apatzingán.
Sin referir el nombre del narrador, se indica que: “este último capítulo del Diario de nuestro comandante en jefe, Nazario Moreno González, lo escribo por decisión de todos los jefes de grupo. Todos los capítulos anteriores fueron escritos por Chayo y aprobamos por mayoría no hacerles ninguna modificación aunque algunos sean altamente confidenciales y comprometedores”.
De esa manera se refiere que ese día “El Chayo y su estado mayor se encontraban en la comunidad de Holanda, perteneciente al ejido del mismo nombre y enclavado en Apatzingán; siendo aproximadamente las cuatro de la tarde, Chayo fue avisado por radio y otros medios de comunicación que se acercaban al lugar de la reunión más de una treintena de helicópteros artillados y listos para entrar en combate, por tierra más de 300 unidades de la PF con elementos armados hasta los dientes, con carrilleras repletas de tiros terciadas en los hombros, apoyados por elementos de la Marina y de otras corporaciones”.
“Aproximadamente a las cinco, empezaron los radios de diferentes frecuencias a repiquetear con desacostumbrada insistencia, algunos halcones (informantes) daban cuenta que los helicópteros desde el aire disparaban indiscriminadamente tenebrosas ráfagas de metralleta, bombardeando vehículos y chozas…
“En ningún momento El Chayo titubeó; con voz firme decretó alerta máxima y ordenó tomar posiciones y entrar en combate en cuanto viéramos a los uniformados. Hubo un momento en que nuestro jefe quiso ordenar la retirada, pero al darse cuenta de los destrozos que hacían los helicópteros en contra de gente inocente se retiró del grupo unos diez metros durante un lapso de tres a cinco minutos y se puso a orar a solas, acto seguido tomó un puño de tierra, la besó y la esparció hacia los cuatro puntos cardinales…
“Después se reunió con todos nosotros y, en un gesto de decisión temeraria hasta el delirio, gritó un alarido de guerra y muerte que retumbó en las montañas y que le salió de lo más profundo de su ser: ¡SAFARRANCHO DE COMBATE!” (sic).
El narrador de ese enfrentamiento describe con puntualidad la manera en que el jefe del cártel de La Familia Michoacana disparaba ráfagas de metralleta de su Galil 308, “haciendo estragos en el enemigo… la batalla era impresionante… por la mañana del día 9, sin haber dormido en toda la noche nuestro comandante supremo y demás jefes de grupo decidieron enfrentar a los helicópteros y a la policía en plena ciudad de Apatzingán, registrándose los enfrentamientos más violentos y caóticos en la historia moderna de Michoacán”.
Eran las siete de la noche de ese día 9 de diciembre de 2010, cuando El Chayo y su estado mayor, justo en los márgenes del Río Grande, fueron copados por al menos una treintena de unidades de soldados, marinos y federales.
Luego de 20 minutos de refriega, los helicópteros del gobierno federal y las unidades de tierra se retiraron de la escena de guerra y “al hacer el recuento de nuestras bajas y pérdidas, descubrimos con inaudito dolor y angustia que Chayo había sido muerto por la metralla haciéndolo pedazos; muchos soltamos en llanto y nos cuadramos militarmente en señal de obediencia y respeto ante su cuerpo mutilado y ensangrentado. Murieron también 32 compañeros, entre instructores y algunos extranjeros que también mostraron sacrificio y valentía”.
El narrador del último capítulo del libro en cuestión, cuenta que el cuerpo de El Chayo fue llevado a un “campamento secreto, en donde, de acuerdo con sus instrucciones lo incineramos y lanzamos en porciones de cenizas a los cuatro puntos cardinales, tal y como nos había dicho muchas veces en pláticas que teníamos tomando café”.
EN CITAS:
En el libro ME DICEN EL MÁS LOCO, DIARIO DE UN IDEALISTA, Nazario Moreno González, El Chayo y/o El Más Loco, creador y jefe del cártel de la Familia Michoacana, describe los hechos más importantes de su vida, tanto los buenos como los malos.
“Algunos pensaran que lo hago con la finalidad de justificar mis acciones y ponerme como un angelito; pero me veo en la imperiosa necesidad de explicar al pueblo mexicano la verdad sobre mi conducta, pues ésta ha sido alterada malévolamente por el gobierno y sus corifeos los periodistas… me han atacado con saña, me han hecho perro del mal”, se lee en el capítulo 1.
El Chayo asegura que los nacidos con “el santo al revés, en infinidad de ocasiones expusimos nuestras vidas para ganar dinero, aún en forma ilícita, y aunque reconozco que estábamos fuera de la ley, no teníamos otro camino”.
Pero antes de iniciarse en el camino del crimen organizado El Más Loco gustaba de liarse a puños con los jóvenes de las rancherías michoacanas y hasta con sus propios parientes… “había días en que peleaba hasta diez veces; me encantaba entrarle a los chingadazos”.
Así andaba Nazario Moreno en su niñez, revolcándose entre tierra y jineteando toros, vaquillas, yeguas o potrillos… “nunca fui a una escuela, crecí prácticamente salvaje y aprendí a leer y a escribir cuando tenía más de diez años y fue por pura curiosidad al leer a Kalimán que decía que lo más poderoso es la “paciencia y la mente humana”.
Y con esa figura, el líder del cártel de la Familia Michoacana tomó inspiración para “hacerle el bien a la humanidad”.
“Para irnos entrenando jugábamos luchas, hacíamos ejercicio y jugábamos a las guerritas; cortábamos de algún árbol una rama para usarla como una pistola o un rifle y le hacíamos con la boca como si estuviéramos tirando balazos… y tanto me chingaban que me hice mañoso”, cuenta Nazario Moreno.
Hasta que un 27 de agosto de 1986 el jefe del cártel de la Familia Michoacana deja Apatzingán se va a Estados Unidos, en donde trabajó de jardinero y conoce a vendedores de mariguana. Pronto se hace de sus propios clientes hasta que se asocia con uno de sus hermanos para establecerse en el negocio de compra y venta de automóviles usados para venderlos en territorio mexicano.
También incursionó en la compra de limón empacado, fue socio fundador de una agrupación de taxistas y luego le dio por estudiar historia, geografía, brujería, hechicería, esoterismo, magia blanca y biografías de grandes personajes.
“Me adentré en el estudio de las Sociedades Secretas a nivel internacional; me relacioné con grupos que profesaban ideales secretos de superación mundial, especialmente con Francia, Hungría y Rusia, fue cuando sentí el llamado de Dios, iniciando el estudio de La Biblia”, cuenta El Chayo.
“Muchos me decían que me parecía al Ché Guevara, me dejaba crecer la barba y el pelo, andaba con gorra, camisa y pantalón verde seco militar, me gustaba”, sigue su relato el líder del cártel de la Familia Michoacana.
Pero el gobierno de Felipe Calderón lo ubicó como el fundador y cabeza principal del cártel de la Familia hasta que la tarde del 19 de diciembre de 2010 el ahora secretario de Gobernación, Alejandro Poiré, en su calidad de vocero del gobierno federal en materia de seguridad nacional, informaba que Nazario Moreno habría perdido la vida en un enfrentamiento con las Fuerzas Armadas y la Policía Federal.
 
por Redacción   LA SILLA ROTA

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