sábado, 8 de septiembre de 2012

Congreso: ¿Más PAN, menos PRD?

Calderón quiere cerrar el sexenio con un saldo legislativo a su favor.

 
Cuando le tocó padecerlo, Vicente Fox lo resumió en su coloquial estilo: “El presidente propone y el Congreso dispone”.

Ocurre así desde hace 15 años y el mandato de las urnas refrendó ese contrapeso, que obliga al gobierno en turno a construir mayorías y consensos.

Felipe Calderón quiso aprovechar las nuevas facultades parlamentarias que la reforma política otorga al ejecutivo, quien ahora tiene mano en la revisión de dos iniciativas preferentes en el arranque de cada periodo.

Impulsor de esa idea, que busca garantizar el equilibrio de los poderes, el Presidente estrenó la prerrogativa, el sábado anterior, en la apertura de la LXII Legislatura, con el envío de una reforma laboral a diputados y otra de transparencia estatal a senadores.

Se trata de una variable que abre el juego de los acuerdos en plena transición gubernamental y que reta al presidente electo, Enrique Peña Nieto, a cuidar el proceder de las bancadas del PRI frente a las últimas intenciones legislativas de Calderón.

En esta operación, el futuro habitante de Los Pinos cuenta con experimentados coordinadores, el senador Emilio Gamboa y el diputado Manlio Fabio Beltrones, capaces de construir escenarios adversos contra las iniciativas presidenciales, pero también de garantizar su viabilidad.

De manera que al concluir septiembre, porque el carácter preferencial obliga al Congreso a resolver sobre las propuestas del ejecutivo en 30 días naturales, se sabrá si hubo o no regateo político del PRI hacia las aspiraciones del panista.

La apuesta es clara: Calderón quiere cerrar el sexenio con un saldo legislativo a su favor. Y sus cartas están sobre la mesa, porque él sabe que Peña Nieto también tiene prendidas sus velitas de un buen comienzo en las cámaras.

Además de conseguir un adecuado presupuesto para 2013, capaz de financiar un par de promesas de campaña, el mexiquense necesita concretar tres iniciativas que lo proyectarían dispuesto al combate a la corrupción, la rendición de cuentas y a regular la publicidad gubernamental.

Así que la suerte legislativa de los 80 días que le restan a Calderón marcará la de Peña Nieto en el Congreso en sus primeros meses. Es cierto que el PRI contará con el respaldo del Partido Verde y de Nueva Alianza. Pero esa suma apenas le alcanzará para mayorías simples. Nunca en el caso de reformas.

Hay un detalle más relevante: al futuro gobierno priista no le conviene orillar al PAN a la polarización que ya tiene con los partidos afines a Andrés Manuel López Obrador. Y ésta, la de AMLO y su grito de fraude electoral, es la circunstancia que convierte a las bancadas blanquiazules, a cargo de Ernesto Cordero en el Senado y de Luis Alberto Villareal García, en el fiel de la balanza del Congreso.

Porque mañana, desde el Zócalo, el ex candidato del PRD, Partido del Trabajo y Movimiento Ciudadano (MV) comprometerá a sus legisladores a no reconocer a Peña Nieto y a impulsar desde San Lázaro un juicio político contra consejeros del IFE y magistrados del Tribunal Electoral, torpedeando, así, el diálogo entre los poderes.

A menos de que las bancadas perredistas conducidas por el senador Miguel Barbosa y el diputado Silvano Aureoles hayan comprendido la lección del sexenio: la derrota de dos de sus compañeros, con estilos opuestos en el ejercicio parlamentario.

Son casos que deben recordarse, ahora que los coordinadores se enredan en sus declaraciones de sí, pero no. Nos referimos a Ruth Zavaleta, diputada del PRD y presidenta de la Cámara en la LX Legislatura y qué osó reconocer a Calderón.

La política guerrerense se defendió, pero perdió la batalla interna y renunció al partido. Hoy es diputada del Partido Verde.

Su detractor, Gerardo Fernández Noroña, secretario de comunicación del PRD, la acusó entonces de haber “entregado el cuerpo a cambio de un huesito”. Y en la LXI legislatura, cobijado por el PT, se convirtió en el diputado más anticalderonista.

Con los reflectores siempre a su alrededor, el fiel obradorista subió muchas veces a tribuna para divertir a los medios e impugnar al gobierno y al sector privado, hasta conseguir su momento estelar: el despliegue de una manta contra el presunto problema de Calderón con la bebida.

Fernández Noroña alcanzó resonancia, al grado de que esa acusación es parte del litigio entre Los Pinos y MVS. Pero sus bonos se desplomaron: en la campaña presidencial, AMLO renegó de él y en la contienda interna para la candidatura del PRD al gobierno capitalino obtuvo una ínfima votación.Fue una señal del rechazo social, que genera el pataleo político parlamentario.

Pero mientras los legisladores del PRD —pues PT y Movimiento Ciudadano ya se perfilan como defensores a piedra y lodo de la tesis de la imposición presidencial—se sientan comprometidos con la estrategia poselectoral del tabasqueño, la ilusión de ser la segunda fuerza del Congreso se desvanecerá en palabras.

Esa es la circunstancia queconvierten al PAN y a Calderón en protagonistas claves de la segunda alternancia. Y a formular nuevas reglas en el juego parlamentario: proponer ahora, disponer mañana.

2012-09-08 01:26:00
Ivonne Melgar
EXCELSIOR


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