martes, 9 de octubre de 2012

La Ardilla en el entramado Zeta

Si, como se asegura, el asesinato del hijo mayor de Humberto Moreira, José Eduardo, fue ordenado por Miguel Ángel Treviño, El Z-40, como revancha por la caída de uno de sus sobrinos y por los golpes que estaba recibiendo en Coahuila; la detención de Salvador Alfonso Martínez Escobedo (o Carlos García), apodado La Ardilla, debe hacer temer un estallido de furia del famoso narcotraficante.

 
 
Este personaje era el responsable de ese grupo de Los Zetas en Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, tres estados que, con mucho, son el principal centro de operación de esa organización criminal. Este hombre (otro gesticulador al momento de ser presentado por las autoridades) se supone que fue el responsable de la masacre de 72 inmigrantes centroamericanos en San Fernando y de la reciente fuga, del penal de Piedras Negras, de 132 reclusos.
 
La historia de La Ardilla, con su ascenso meteórico en la estructura de la organización, según el recuento realizado por la Marina al presentarlo, demuestra también la debilidad creciente de la misma. Ya no se trata de ascender lentamente con el esfuerzo y la lealtad, como en las viejas organizaciones mafiosas (o los cárteles del pasado), sino de destacar con la crueldad y la violencia para ocupar lo más rápidamente posible los numerosos huecos que quedan en la lucha contra las autoridades y, sobre todo, contra sus rivales internos y externos.
 
Sus propios crímenes tienen ese sello: los migrantes de San Fernando fueron asesinados porque se pensó que eran hombres que podían ir a nutrir a los grupos rivales. La fuga de Piedras Negras se realizó para aprovisionarse de elementos, mismos que, evidentemente, adquieren una formación privilegiada en estas cárceles que gozan, es un decir, de autogobierno, donde los reclusos deciden qué harán desde dentro de las mismas. Un caso es paradigmático al respecto: uno de los fugados estaba condenado por ser un simple halcón, uno de estos colaboradores del crimen organizado que se limitan a dar información sobre movimientos o traslados en la ciudad. Se fugó y fue capturado días después: ya era todo un sicario, llevaba armas de alto poder, equipo de transmisión, municiones. No hay ninguna garantía de que supiera utilizar correctamente ese tipo de armamento y equipo, pero la falta de entrenamiento se suple, en estos grupos, con un uso indiscriminado de la violencia y, en ocasiones, como en la fuga de Piedras Negras, de la audacia.
 
Lo cierto es que la estructura de Miguel Ángel Treviño parece ser una de las más castigadas en la lucha contra los diferentes grupos criminales. Se repiten los golpes en su contra y parecen repetirse también las delaciones que permiten avanzar en otros golpes. Durante toda la semana anterior, los mismos se habían repetido en forma sistemática, incluida la caída de su responsable financiero en Coahuila, la de un grupo importante de sicarios (entre los que estaría uno de sus sobrinos y que habría detonado la decisión de asesinar a José Eduardo Moreira), de varios de los fugados de Piedras Negras, y ahora la caída de La Ardilla, precedida por varios de sus colaboradores, que pone en un serio aprieto a toda la estructura operativa en esos tres estados clave para esa parte de Los Zetas.
 
Habrá que ver qué repercusiones tiene lo que está sucediendo en esas tres entidades clave: Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, donde se define no solamente el futuro de Los Zetas y de sus rivales, sino también la percepción de seguridad que tiene la ciudadanía, en ellos y en el resto del país. Lo de Coahuila es particularmente grave porque se demuestra el grado de penetración que ha obtenido el crimen organizado en las fuerzas de seguridad, sobre todo municipales, lo que no es,
desgraciadamente, nada inédito, pero habrá que recordar que los éxitos, aunque sean parciales, que se han podido dar en otras plazas, siempre han estado precedidos de fuertes estallidos de violencia.
 
Debe servir, también, para confirmar diagnósticos y opciones porque, en estos días, desde distintos ámbitos, se volvió a aceptar que se requieren medidas que ya estaban puestas en la mesa desde tiempo atrás y que por consideraciones políticas no se operaron, como el mando único en las policías (un tema que volvió a sacar a colación el senador Pablo Escudero) y la creación de fuerzas de élite que atiendan los delitos de alto impacto, como el secuestro y la extorsión, de los que habló Miguel Ángel Osorio en Monterrey. A ver si ahora sí.
 
Jorge Fernández Menéndez
2012-10-09 02:26:00
EXCELSIOR

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