lunes, 17 de septiembre de 2012

Calderón pone a prueba a Peña

La política mexicana pasa por una situación rarísima. Resulta que el Presidente que está a punto de salir ha enviado dos iniciativas preferentes al Congreso, iniciativas que pueden determinar, en mucho, el destino del Presidente que llegará. Hay tres elementos en esta rareza política. Primero, un Ejecutivo que ya se va, cuyo partido perdió la elección, pero que está definiendo la agenda legislativa del país a unos cuantos días de dejar el poder. Segundo, una nueva Legislatura que apenas está tomando posesión, que ni siquiera ha conformado las comisiones legislativas, pero que, en 30 días, deberá dictaminar y votar dos reformas enviadas por el Ejecutivo que está a punto de irse. Tercero, hay un nuevo Ejecutivo que no ha tomado posesión por lo que no ha recibido formalmente los garrotes y zanahorias para negociar vis-à-vis con el Congreso entrante.

 
 
Es una situación absurda. Lo lógico sería que el nuevo Presidente entrara al mismo tiempo que el nuevo Congreso para evitar que un gobierno saliente pusiera en jaque al entrante. Porque me queda claro que el presidente Calderón, al haber enviado una nueva reforma en materia laboral, está poniendo a prueba al presidente electo Peña Nieto, con el potencial de propinarle un duro golpe aun antes de tomar posesión. ¿Por qué?
 
Recordemos la historia de la reforma laboral. El año pasado, el PAN metió una iniciativa muy completa para cambiar una Ley Federal del Trabajo anacrónica. El PRI, por su parte, presentó una alternativa menos ambiciosa, anunciando que la del gobierno panista no pasaría. El PAN luego anunció que estaba dispuesto a apoyar la iniciativa deslavada del PRI. Pero los priistas, por increíble que parezca, rechazaron la oferta: no quisieron aprobar su propia reforma laboral. A la postre resultó una jugada magistral de los panistas: evidenciaron que el PRI, por más que diga que está a favor de reformas modernizadoras, a la hora de la verdad no las pasa, ya sea por cálculo político o porque no quiere afectar los intereses de ciertos grupos asociados a este partido, en este caso los sindicatos del Congreso del Trabajo.
 
El PRI ganó las elecciones y ahora será gobierno. Pero, como ha sucedido en el pasado, el nuevo Presidente no tendrá mayoría en el Congreso. Necesitará del apoyo de otros partidos. En este momento sería una magnífica oportunidad para que el PRI aceptara la oferta del PAN de pasar la reforma laboral priista. Pero ahora resulta que los panistas quieren una más completa, casi idéntica a la que habían presentado el año pasado. Para tal efecto, el presidente Calderón, que ya se va, ha utilizado una de sus iniciativas preferentes. Esto pone a prueba qué tanto quiere el PRI, en serio, reformas para mejorar la competitividad económica del país. ¿Son puras promesas o Peña sí quiere una agenda modernizadora?
 
Por lo pronto, los sindicatos afiliados al PRI ya dijeron que están en contra de la iniciativa preferente de reforma laboral enviada por Calderón. Es lógico: afecta sus intereses, sobre todo de los líderes sindicales. ¿Podrá Peña, quien aún no toma posesión, convencerlos de sacar adelante una reforma de este tipo? Hace unos meses, cuando entrevistamos a Peña, le preguntamos cómo podría pasar reformas que afectaban los intereses de su coalición electoral (sindicatos o gobernadores, por ejemplo). Nos dijo que podría porque precisamente los tendría adentro, lo cual facilitaría la negociación con ellos. El argumento tiene méritos y llegó el tiempo de demostrarlo.
 
En los próximos días, la Cámara de Diputados deberá dictaminar y votar la reforma laboral enviada por Calderón. Hay tres opciones. Primero, que salga una reforma de buen tamaño y se mande la señal de que el Presidente entrante sí tiene el poder y la voluntad para transformar económicamente a México. Sería un gran triunfo para Peña aun antes de tomar posesión.
 
La segunda alternativa es que la reforma se atore de nuevo en el estira y afloje entre un PAN modernizador y un PRI conservador. A diferencia de la opción anterior, esta sería una gran derrota para Peña: quedaría claro que no pudo lidiar con los poderosos intereses de grupos dentro del PRI, que su agenda modernizadora eran promesas vacuas de campaña.
 
La tercera opción es que salga algún tipo de reforma laboral para que el PRI pueda salvar algo de cara argumentando que “sí se pudo”. En este caso habrá que ver cuántos cambios sustanciales tiene la reforma para evaluar qué tanto Peña pudo enfrentarse a los poderosos intereses sindicales dentro y fuera del PRI.
 
Cualquiera que sea el desenlace, al haber enviado una reforma laboral como iniciativa preferente, Calderón puso a prueba a Peña. Con mucho colmillo político, el Presidente que ya se va le envió una “papa caliente” al Presidente que llega. De cómo maniobre en este tema, aun sin tomar posesión, determinará qué tan bien o qué tan mal comenzará el próximo sexenio. Un sexenio donde se nos prometió que habría reformas para acelerar el crecimiento económico del país.
 
Leo Zuckermann   
2012-09-17 02:35:00
 
 

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