jueves, 8 de septiembre de 2011

Árabes y musulmanes, el blanco del odio

Tras los atentados terroristas, un ánimo de venganza se incrustó en Estados Unidos

TEXTO J. JAIME HERNÁNDEZ

NUEVA YORK.— El día que ocurrieron los atentados terroristas contra Estados Unidos, Sameer Ahmed tenía tan sólo 20 años de edad. “Era muy temprano en California, donde residía y estudiaba en la Universidad de Stanford.

Las noticias en la televisión, con las imágenes de los atentados, me sacaron de la cama. Pensé de inmediato en mi hermano mayor que vivía a sólo unas calles de las torres gemelas”, recuerda Sameer, en ese entonces un estudiante que aspiraba a convertirse en periodista.

Fieles musulmanes oran en el Centro Cultural Islámico de Nueva York 20 días después de los atentados del 11-S
Fieles musulmanes oran en el Centro Cultural Islámico de Nueva York 20 días después de los atentados del 11-S

“Después de localizar a mi hermano, mi familia y yo nos sentimos aliviados. Pero, en ese momento, todos fuimos incapaces de anticipar la época tan difícil que se nos venía a todos encima”, dice quien en ese entonces era el director del periódico estudiantil en la Universidad de Stanford, mientras rebusca entre esa nebulosa de recuerdos que, con el tiempo, se convertirían en negros presagios.
En medio de la reacción de solidaridad internacional que se volcó sobre Nueva York, para ayudar a las víctimas y a los damnificados, la familia de Sameer, originaria de India, compartió la sensación de horror e indignación que se instaló en la psique colectiva de una nación agredida.

“Yo nací y crecí en Estados Unidos. Y como cualquier ciudadano, estaba indignado y horrorizado por este ataque contra mí país”, dice este joven de piel aceitunada y rostro anguloso con una sonrisa cordial y unos ojos vivaces.

“De hecho, tras los atentados terroristas, me apunté y fui aceptado en el Departamento de Estado para realizar un interinato para trabajar a favor de reforzar los lazos y las relaciones con los países de Oriente Medio”, añade Sameer quien, no conforme con enlistarse en las filas del gobierno, se empeñó además en aprender árabe y en viajar y estudiar en Egipto para conocer mejor una cultura que, en cuestión de días, sería demonizada por millones en Estados Unidos.

“Chivos expiatorios”

Tras los atentados del 11-S, el ánimo de revancha y venganza se incrustó en la mente y en los corazones de millones en EU. Durante su primer discurso radial tras los atentados, la mañana del sábado 15 de septiembre de 2001, el presidente, George W. Bush, declaró oficialmente el inicio de la guerra contra el terrorismo internacional:

“Este será otro tipo de conflicto. Contra otro tipo de enemigo. Será un conflicto sin campos de batalla y contra adversarios que se creen invisibles”, advirtió George W. Bush.
Los primeros chivos expiatorios de esta nueva cruzada contra el terrorismo internacional serían los inmigrantes de origen árabe y la comunidad musulmana.
En las primeras semanas que siguieron a los atentados contra el World Trade Center, poco más de mil 100 ciudadanos de origen árabe o musulmán fueron acorralados y detenidos en distintos puntos de Nueva York por agentes del FBI.

“Tras los atentados, el presidente George W. Bush y su fiscal general, John Ashcroft, dejaron en claro que echarían mano de cualquier ley a su alcance para ir detrás de los terroristas. Y una de las leyes a la que más recurrieron fue la de inmigración”, aseguró Sameer.

Un año y dos meses después de los atentados terroristas, en noviembre de 2002, la administración Bush decidió poner en marcha un sistema obligatorio de registro. Bajo este nuevo programa ma (NSEERS, por sus siglas en inglés) todos los varones mayores de 16 años y provenientes de una lista de 25 naciones —la mayoría de ellas árabes o musulmanas—, fueron obligados a registrarse, a someterse a interrogatorios y a dejar un registro fiel de su rostro y de sus huellas dactilares.

La pena por no acudir de forma voluntaria y cumplir con éste proceso era el arresto y la deportación.
Y todo aquel que se negara quedaría excluido del proceso para obtener la residencia y la ciudadanía.
Hacia el mes de abril de 2003, EU había recolectado la información de más de 85 mil inmigrantes de origen árabe o musulmán: “Lo triste de éste penoso proceso, es que de este gran total, poco más de 14 mil fueron puestos en fase de deportación. Este sistema, que es bastante familiar entre la comunidad latina, dejó en evidencia la utilización discrecional de las leyes de migración como parte de la guerra contra el terrorismo”, añadió Sammer.

En medio de este ambiente de persecución contra la comunidad musulmana, Sameer decidió abandonar el periodismo.

En cuestión de meses, la campaña de registros obligatorios, las detenciones arbitrarias y deportaciones practicadas contra familiares y amigos empujaron su vocación en una dirección distinta, para convertirse en un prestigioso abogado en derechos civiles por la Universidad de Yale.

“Esto es algo que me afectó a mí ”, aseguró Ahmed, al narrar la historia de un tío a quien se le negó la visa de entrada a Estados Unidos por el sólo hecho de llamarse Mohamed. O al narrar el incidente de violencia contra su hermano, quien fue insultado y a punto de ser golpeado en un restaurante de Nueva York por un grupo de hombres blancos que querían “ajustar le las cuentas” por su “responsabili dad” en los atentados del 11 de septiembre de 2001.

O al desvelar la historia de un amigo muy querido, cuyo padre fue detenido, encarcelado y acusado de terrorista. “Por suerte los cargos nunca fueron comprobados. Pero este tipo de historias me marcaron profundamente porque yo viví muy de cerca el sufrimiento de mi amigo”, añadió.
En cierto sentido, Sameer Ahmed se convirtió en un producto y en un anticuerpo de la guerra contra el terrorismo.

En un estandarte contra ese sentimiento de islamofobia que fue alentado desde sectores de la extrema derecha política y religiosa para contaminar a vastos sectores del país.

“El problema es que, como no se tenía en claro quiénes eran esos terroristas, las autoridades comenzaron a perseguir a los que les parecía que eran terroristas ”, añadió este joven abogado que hoy tiene entre sus clientes a decenas de inmigrantes de origen árabe o musulmán que siguen sufriendo en carne propia el odio que nació el 11-S.

"Lo lamentable es que, las políticas de seguridad nacional que inauguró la administración Bush y que han lastimado a la comunidad musulmana o a la comunidad latina, se han mantenido durante la administración de Obama. Eso es muy triste", finalizó Sammer Ahmed al lamentar el estado de “sos pecha permanente” que ha trastocado la vida de miles inmigrantes o ciudadanos estadounidenses que son de origen árabe o confesión musulmana.

http://11s.eluniversal.com.mx/wordpress/?p=845

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