miércoles, 9 de noviembre de 2011

El pecado de Moreira


Su error, no haber hablado a tiempo con la verdad

Todo empezó con el descubrimiento de la repentina prosperidad de su antiguo secretario particular, Vicente Chaires Yáñez
 
Al líder nacional del PRI hoy parece quedarle sólo un pasado que lo persigue con la saña que se da en las luchas por el poder 
 
¿Cuál podría ser su momento más amargo? ¿Firmar la renuncia o solicitud de licencia para ausentarse de la presidencia del PRI o reconocer ante sus impulsores que en efecto algo huele mal en Coahuila?
Por más esfuerzos que haga por minimizar en público sus problemas, Humberto Moreira está metido en un lío que pronto deberá afrontar en soledad, a menos que en postrer intento por salvar un poco el rostro magullado por el escándalo en torno a la falsificación de documentos para contratar deuda del gobierno de Coahuila, esté dispuesto a arrastrar consigo al PRI y echar a perder la invaluable y tal vez irrepetible posibilidad de recuperar la Presidencia.

Es probable que sus ex colaboradores involucrados en la presunta falsificación de documentos sean inocentes y, en caso contrario, hubiesen contado con la complicidad de funcionarios de la Secretaría de Hacienda y de ejecutivos bancarios, pero el presidente del PRI debe entender la imposibilidad de aceptar su ignorancia de la realización repetida de maniobras tan burdas en la obtención de financiamiento para obras del gobierno encabezado por él.

Es incuestionable también la complicidad con el PAN coahuilense y el Comité Nacional de funcionarios gubernamentales federales, concretamente relacionados con el ex secretario de Hacienda y aspirante presidencial panista, Ernesto Cordero, para obtener la información que lo acorrala y mantiene con un pie fuera del liderazgo nacional priísta; pero esto no aminora la culpa si alguna tiene.

OCULTANDO CADÁVERES EN EL CLÓSET

Quizá su mayor pecado sea haber ocultado en el clóset los cadáveres (si sabía de su existencia) cuando se ofreció a dirigir a su partido en la reconquista de la Presidencia.

Moreira convenció a la cúpula priísta de entregarle la conducción del partido con una oferta irresistible: renunciaba a suceder al candidato presidencial en caso de vacancia en la candidatura por cualquier circunstancia: también a su derecho (junto con quien fuera su secretaria general, en este caso la diputada Cristina Díaz) a ser candidato a diputado o senador. Evitaría así que perdiendo el partido en la lucha por la Presidencia, él cogobernara en el sexenio siguiente desde la coordinación de los legisladores priístas de alguna de las Cámaras del Congreso.

Su repentina irrupción desde Coahuila tomó de sorpresa incluso a priístas tan avezados como Emilio Gamboa, perfilado como el natural sucesor de Beatriz Paredes. Las negociaciones copulares se tejieron con fineza estando el líder de la CNOP fuera del país; ante esa situación decidió declinar en nombre de la unidad.

Su renuencia provocó un pequeño roce con el senador Manlio Fabio Beltrones que lo habría apoyado si hubiese reaccionado de otra manera; no obstante al líder cenopista lo desconcertó el activismo del gobernador de Aguascalientes, el senador con licencia, Carlos Lozano, en favor de Moreira. El pretexto fue la justa venganza porque Gamboa habría apoyado para candidata a gobernadora hidrocálida a la presidenta municipal de la capital estatal, Lorena Martínez Rodríguez.

De hecho, la postulación unitaria de Moreira al liderazgo nacional priísta debe ser registrada como una de las primeras muestras de definición futurista entre Enrique Peña Nieto y Manlio Fabio Beltrones. El episodio debe acreditarse como triunfo del entonces gobernador del Estado de México.

En la lucha subterránea por el control del PRI perdió hasta la senadora chiapaneca María Elena Orantes que creyó tener el apoyo de su coordinador, Manlio Fabio Beltrones, para adjudicarse la Secretaría General del partido.

NUEVOS RICOS Y FALSIFICADORES

Moreira inauguró un liderazgo sui géneris, para calificarlo de alguna manera. Se impuso a sus pares de otros partidos a base de chistoretes y apodos, pero debió otear la amenaza pendiente sobre su cabeza en el frío recibimiento brindado en Los Pinos a manera de exigencia de una explicación del por qué de la proliferación de bardas pintarrajeadas en Coahuila con leyendas peyorativas aludiendo al Presidente Calderón.

La luna de miel terminó pronto, mucho antes de las elecciones a gobernadores del Estado de México, Nayarit y Coahuila, en las que se adjudicó el triunfo.

Todo empezó con el descubrimiento de la repentina prosperidad de su antiguo secretario particular, Vicente Chaires Yáñez, y continuó con el hallazgo de los documentos probatorios de presunta falsificación en la contratación de 3 mil millones de pesos de deuda.

La contundencia de los golpes mediáticos lo obligó a suspender las conferencias de prensa de los lunes. Para regocijo de los reporteros iniciaba las semanas haciendo, entre taco y taco, bromas pesadas a costillas de Gustavo Madero y Jesús Ortega. Al líder del PAN llegó a llamarle Caperucita Roja y “los siete enanos” a los aspirantes panistas a candidato presidencial. Para ellos él terminó siendo Madaleno, una réplica del cómico aquel del Club del Hogar que vestía de indio ladino para turistas.

Para no enfrentar a las preguntas de los reporteros sobre la deuda se acantonó en Michoacán pretextando ayudar a Fausto Vallejo a ganar la gubernatura. No obstante no podía ausentarse para siempre. Con supuesto ingenio intentó salir al paso de los cuestionamientos, pero día tras día se enredaba más.

CALLADITO SE VE MÁS BONITO

El jueves, en la presentación de lo que pronto será la Plataforma Electoral del PRI, debió preocuparse al enterarse de la invitación de Enrique Peña Nieto a cerrar la boca como medida precautoria para no agravar más su situación.

Las especulaciones sobre la eventual salida del ex gobernador de Coahuila de la presidencia del PRI “arrecian a partir de las propias declaraciones del dirigente…”, dijo el ex gobernador mexiquense.
Los dos aspirantes presidenciales del PRI, Peña y Beltrones, coincidieron en que el tema Coahuila es utilizado para dañar la imagen de su partido, pero también se refirieron a la permanencia o renuncia de Moreira al cargo de líder nacional como un asunto personal.

Esa misma tarde, en el último informe de quien lo cubrió interinamente como gobernador, el presidente del PRI insistió en permanecer al frente del partido hasta el triunfo en julio de 2012. Entonces, explicó, aceptará alguna tarea si el nuevo Presidente de la República se la asigna.

La realidad, y él lo sabe, es que se está quedando solo y sin apoyos. Quizá sobreviva hasta la proclamación del candidato presidencial.

Su error consiste en no haber hablado a tiempo con la verdad a quienes lo trajeron de Saltillo para sentarlo en la oficina de Beatriz Paredes.

Parecía el dirigente ideal, pero las actividades de sus ex colaboradores (que contaron o no con su anuencia) y sus añejos pleitos con el periódico Reforma (descubridor de los cadáveres en el clóset coahuilense) han convertido en insostenible su presencia al frente del PRI.

Si la embestida aumenta y él no da respuestas contundentes a las acusaciones, podría llegar a incidir en la clara ventaja que al día de hoy lleva el PRI como partido ante sus contrarios, y en la de Enrique Peña Nieto frente a todos los aspirantes.

Peor aún será si sus ex colaboradores, presuntos responsables de la falsificación por decisión propia, deciden cambiar su versión.

LA MANO AMIGA DEL 2006

No es una decisión fácil de tomar, pero tal vez le ayude saber que incluso quienes se solazaban con sus desplantes ocurrentes ya dan por concluido su ciclo y sólo se preocupan por fijar la mejor fecha para su reemplazo y, desde luego, en la identidad del nuevo líder.

Ambos factores son vitales: el tiempo puede incidir en las encuestas y el sustituto podría cambiar el equilibrio del poder hacia el interior del partido.

De activo se convirtió en lastre aun cuando se esfuerza en mostrarse como el más interesado en aclarar el caso exigiendo castigo para quienes defraudaron su confianza.

No se insinúa aquí que cometiera delito o irregularidad alguna, pero cómo aceptar su ignorancia en la falsificación de acuerdos del Congreso local de su entidad y en el registro de deuda en Hacienda a fin de conseguir el dinero necesario para construir la gran obra material que con todo derecho presume.

¿Cuál podría ser su momento más amargo? ¿Firmar la renuncia o solicitud de licencia para ausentarse de la presidencia del PRI o reconocer ante sus impulsores que en efecto algo huele mal en Coahuila?

Es, sin duda, una tragedia de proporciones mayúsculas porque cuenta ¿o contaba? además con el apoyo de Televisa y de la profesora Elba Esther Gordillo. Su futuro parecía no tener límite; hoy parece quedarle sólo un pasado que lo persigue con la saña que se da en las luchas por el poder.

Y en esta persecución no está únicamente la mano del enemigo dispuesta a impedir el triunfo del PRI y de Peña Nieto, sino la de los correligionarios que, se debe decir, cuentan con la oportunidad que él mismo les dio al descuidar, por decir lo menos, a sus colaboradores.

Seis años atrás ya era gobernador y desde esa atalaya privilegiada debió presenciar las maniobras de sus compañeros de partido para imponer la candidatura de Roberto Madrazo. Con esa experiencia no tiene derecho a ser el factor que de pretexto a la repetición de un episodio semejante.

Por Juan Bustillos. Revista Impacto http://revista.impacto.mx/Columnas/Solo-para-Iniciados/974-El-pecado-de-Moreira

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