miércoles, 4 de julio de 2012

¿Le bajamos mil rayitas?

¿Le bajamos mil rayitas?

La vida está plagada de problemas. Siempre hay algo que no hemos resuelto, algo que parece ser un callejón sin salida, algo que nos atormenta.

Los problemas son efecto de la falibilidad humana

y se vuelven relevantes, cuando su impacto emocional no nos permite seguir viviendo con paz interna. Cuando nos detienen y estancan nuestro crecimiento integral. Seguramente todos llevamos días, semanas o años incómodos por algún problema que no hemos podido resolver. Lo relevante entonces es, por un lado, preguntarnos si tenemos un problema o no, aunque a veces lo tenemos pero no nos afecta momentáneamente. Luego lo resuelvo nos decimos. Pero hay otras, en las que es apremiante tomar una decisión, asumir responsabilidad y evaluar si tenemos los recursos, la fortaleza o la valentía para resolver.


Muchos pensadores y filósofos han propuesto que la solución es no preocuparse por nada, tratando de describir un estado de total aceptación de lo que nos va pasando, una actitud apacible que dé la bienvenida hasta a lo evidentemente indeseable. El sufrimiento no lo generan los problemas en sí, sino nuestra resistencia a aceptarlos. Preguntarnos por qué nos está pasando algo es mucho más sufrido que aceptar que está pasando y tratar de entrar lo más rápido posible a una de dos elecciones: si no hay nada que yo pueda hacer para resolver la situación, aceptarla. O decidir asumir responsabilidad y comprometerme para resolverla.


Para resolver lo problemático, se requiere de una sola habilidad: Disciplina; esa capacidad/fortaleza desarrollada a lo largo del tiempo a base de práctica, que nos permite hacer lo que tenemos que hacer sin importar los cambios en nuestro estado emocional. Se escribe fácil pero es difícil, porque requiere constancia, fortaleza, temple, perseverancia, foco, trabajo incansable. La recompensa de los disciplinados es que casi no tienen nada de qué preocuparse porque los problemas que tienen solución, los asumen como propios, se responsabilizan, trabajan, ejecutan la solución y siguen adelante.


Los no tan disciplinados tienen mayor sombra de preocupación en sus vidas. Tienen muchos asuntos que quisieran resolver pero no saben cómo. Sólo se preocupan y hacen algunos tibios intentos por salir adelante. Y hay otros tantos que ni siquiera se enteran de que están en problemas. Son esas personas que se han desconectado de sí mismas, de la realidad del entorno, de la capacidad para valorar la gravedad de una situación y que parecen navegar apaciblemente por la vida.


Que todo te valga no es lo que quiero decir con bajarle mil rayitas. Quiere decir: hazte responsable, deja de culpar a los demás o a las circunstancias de todo lo malo que te pasa y actúa si es posible o acepta humildemente cuando la situación rebasa cualquier solución.


Algunos ejemplos: Frente a un problema de falta de dinero o de trabajo hay varias alternativas: verlo como una mala racha y no hacer nada al respecto (hay un problema pero no se reconoce como tal) y tampoco hay preocupación. A alguien en esta postura, puede llegarle el agua al cuello y más arriba sin siquiera verlo venir.


Otra opción es verlo como un problema, pero no ser capaz de plantear una solución contundente. Alguien en esta postura, se preocupará, se angustiará, quizá comenzará a dormir menos, a comer menos, a disfrutar menos de la vida, pero sólo vivirá atrapado en la angustia y la preocupación por su problemática.


La tercera opción es la del disciplinado, que no está exento –nadie lo estamos- de caer en una crisis financiera, de ser despedido o víctima de un recorte en su empresa, pero que frente a la situación, se moviliza, usa sus recursos incansablemente hasta encontrar una solución. La disciplina es lo único que lo protege de la preocupación estéril. Sólo actúa, sin descanso, hasta conseguir solucionar el problema. Otra vez, se escribe fácil, pero es duro. Requiere del desarrollo excepcional de la capacidad de sobreponerse a la adversidad.


El último escalón de la sabiduría para vivir, sólo la alcanzan aquellos que no se oponen a la realidad. Esos que ya no dicen esto no puede estar pasando sino que o no hacen nada con el problema, desgracia, enfermedad, porque no hay nada que hacer más que aceptar con humildad, o le dan la bienvenida a lo que sea porque todo es parte de vivir o se comprometen disciplinadamente, a buscar la solución. No importa lo que pase. Lo importante es ahorrarse el dolor de resistirse a la realidad. Ser cada vez menos vulnerable porque todo puede pasar, porque el sufrimiento la enfermedad y la muerte nos alcanzan a todos tarde o temprano, pero esas realidades golpean más o menos, dependiendo de cómo nos encuentren cuando toquen a nuestra puerta.


Recordé la última línea de la película (basada en la exitosa novela de Muriel Barbery) El encanto del Erizo: No importa el momento de tu muerte sino qué estabas haciendo cuando te alcanzó. Y tu, Renée, estabas lista para amar”.


 por Prodigy MSN 20, jun, 2012 10:56a.m.

Vale Villa es psicoterapeuta individual, familiar y de pareja desde hace más de 10 años. Hospital Médica Sur 5606 7245/3481 y Lomas de Chapultepec 5520 5525 La puedes seguir en twitter @valevillag o en Facebook Vale Psicoterapia. O escuchar su Radioterapia en el 102.5 fm en el D.F. (http://audio.noticiasmvs.com/) los lunes a las 1200 hrs en MVS radio con Gloria Calzada.

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