jueves, 10 de noviembre de 2011

El saldo rojo de las agresiones a la prensa en Veracruz


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Tres reporteros desaparecidos: Daniel Flores Guillén, Manuel Gabriel Fonseca Hernández, Evaristo Ortega Zárate.
Tres más asesinados: Noel López Olguín, Yolanda Ordaz de la Cruz, Miguel López Velasco, junto con integrantes de su familia, su hijo Misael y su esposa, Agustina.
Las instalaciones de un diario incendiado: el Buen Tono, en Córdoba.
Decenas de periodistas levantados, amenazados, hostigados, golpeados.
Este es el saldo “más reciente” de las agresiones a la prensa en Veracruz.

En vísperas de la entrega del próximo informe de labores del gobernador Javier Duarte de Ochoa, el saldo de agresiones a la prensa –la mayoría durante su administración- es rojo y peor aún, con un preocupante saldo de impunidad.

El terror
El jefe de un diario internacional de noticias habla a una redacción en Veracruz para comprar fotografías de la más reciente masacre que conmocionó al mundo.

-          Queremos comprar fotos de los hechos.- le dice al encargado de la redacción, que siempre recibe con  especial alegría ese tipo de llamadas que prometen buena paga en dólares. Pero esta vez es diferente.
-          No tenemos imágenes.- le responde con cierta aprehensión.
-          ¿Y las imágenes que están saliendo en internet, quien las tomó?
-          Fue la gente con sus teléfonos, supongo, pero ningún fotógrafo nuestro cubrió el hecho.- le dice. La voz angustiosa. El miedo presente por las represalias a la que están expuestos los periodistas –por parte de cualquier instancia- sólo por cubrir este tipo de eventos cuya cubertura se ha vuelto semiclandestina.
-          Cómo es posible.  Qué les pasa a los periodistas de Veracruz.- clama, desconcertado, desde el otro lado de la línea, a miles de kilómetros, el jefe del medio internacional, decepcionado esta vez.

En los últimos meses, decenas de periodistas veracruzanos abandonaron su trinchera para quizá, nunca más volver.

Los asesinatos de Miguel López Velasco y su familia, de Yolanda Ordaz de la Cruz, las desapariciones de otros, y los levantones cotidianos, impusieron en terror en las filas de los periodistas veracruzanos dedicados a la cobertura de la fuente policíaca.

La indiferencia oficial ante los crímenes, el entierro de las víctimas bajo el lodo del desprestigio y la impunidad y el mensaje de que ninguna muerte más haría la diferencia, así como las amenazas de los delincuentes y se presume, de corporaciones policíacas y de las Fuerzas Armadas -que probablemente estarían detrás de algunas de las agresiones-, hicieron ver su suerte a muchos de ellos.

Hoy en día muchos periodistas veracruzanos sobreviven en la clandestinidad, desempleados, con múltiples carencias económicas.
Otros han huido a otros estados o a la capital del país, en busca del apoyo de amigos o para comenzar una nueva vida.
Los hay –los menos- que tuvieron el respaldo de sus empresas y no pierden la esperanza de algún día regresar a la tierra que los vio nacer.
“Me ha tocado ver  a varios periodistas hace poco en la Ciudad de México”, narra el enviado de un medio nacional.
“Allá me los he topado y me han contado que muchos se fueron para allá”, agrega, sin dar más detalles.
Se trata de un éxodo de los periodistas veracruzanos que comenzó con la guerra de cárteles y la violencia institucional, que ha dejado ya cientos de muertos en poco tiempo, pero que también cubre de silencio varios ángulos del problema.

Muchas cosas que están ocurriendo en las calles de Veracruz difícilmente serán informadas a la sociedad, indiferente, también, en su mayoría, al deterioro de las condiciones de la prensa veracruzana.
Historias detrás de las desapariciones, masacres, atentados, levantones y secuestros, quizá esperarán mejores tiempos o nunca verán la luz.  Policías, políticos, y miembros de las Fuerzas Armadas, son los mejores beneficiados de esta circunstancia.

Porque sobre la cabeza de muchos comunicadores pende la amenaza real de ser lo último que escriban, descobijados por cualquier garantía mínima al respeto a su integridad y la de sus familias.
No hay investigación a fondo, ni fotografías reveladoras que ilustren los acontecimientos y retraten los tiempos violentos. Sólo un periodismo de sobrevivencia de quienes, cada vez menos, se atreven a reportar  sus secuelas.

Entre las filas de los periodistas veracruzanos cunde el desaliento.
De norte sur y de esta a oeste, la violencia se ha ensañado contra la prensa.
Nadie está dispuesto a hablar ya de muchas cosas que suceden.
Un periodista veracruzano que se encuentra en la clandestinidad, asegura que la descomposición de Veracruz no se explica sin la complicidad de las autoridades desde hace algunos años, la cual continúa hasta el día de hoy.

En la ciudad en la que trabajaba señala que “todo se paraba” por la presión hacia los medios de parte del crimen y de las mismas autoridades. Los casos de violencia que comenzaban a lastimar a la sociedad y llegaban a los ministerios públicos, también eran silenciados.
“¿Porqué? porque el gobernador en turno así lo pedía al procurador en turno”.
“La agresión a la prensa no es nueva ni llegó de la noche a la mañana, creció al par de la violencia que ha desmoronado el tejido social”.
Pero el periodista prefiere no entrar en detalles, aún difícil para él por las secuelas de violencia que sufrió en carne propia.
Otro, con años dedicado a la fuente policíaca en Veracruz, reconoce que nada se publica ya en Veracruz sin tener el aval de los grupos del crimen y del mismo gobierno, que acecha a las redacciones.
La historia de levantones y agresiones que comenzaron desde el 2009, señala que ya han dejado heridas en el gremio. Se trata de historias ocultas, que jamás han trascendido a la opinión pública, de las que nadie quiere hablar. “Esa gente no se toca el corazón, saben en donde vives, donde está tu familia, conocen tus teléfonos, lo que haces, no puedes escapar”, expresa.
-          ¿Y la policía?
-          Son lo mismo, desde ahí se maneja todo, desde el gobierno. Hay personas de las  que la gente no se imagina en que anda metida. Y posiblemente nunca se entere porque denunciarlo sería firmar nuestra sentencia de muerte junto con la de nuestras familias. Por eso nunca se acabará esto.- dice, resignado.
El periodista acepta que algunos colegas también han aceptado tratos con el crimen, sin embargo, “son los menos” y lo hacen bajo su propia cuenta y riesgo.
Cabe destacar que desde principios de años el diputado local panista, Miguel Ángel Yunes Márquez, demandó la creación la creación de una comisión especial investigadora de las agresiones a periodistas, que abone en la investigación de los casos y cierre el círculo de impunidad prevaleciente en Veracruz, sin embargo, lo único que ha recibido es el silencio de las autoridades y del gobernador Javier Duarte de Ochoa.


http://plumaslibres.com.mx/2011/11/09/el-saldo-rojo-de-las-agresiones-a-la-prensa-en-veracruz/

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